Gadafi
La estupidez es la amante más antigua del fanatismo. A esos tipos, el orgasmo les llega con la adrenalina caliente de la imbecilidad, un humor espeso que ciega la visión natural de las cosas. Y serían el hazmerreír de una sociedad si no fuera porque, a menudo, tienen poder y, otras tantas, se reproducen con la facilidad del proselitismo radical. Por eso son peligrosos. Patéticos y peligrosos. Aunque la apariencia sea siempre la contraria, una aureola graffitera de paz y concordia.
Devoción estúpida como la admiración que ha despertado en tantos la indecente visita de Gadafi a Sevilla, este fin de semana. Qué tiene de admirable para algunos dirigentes de la izquierda un tipo que se instala en las suites más lujosas de las ciudades que visita, que recibe en una jaima que decora de muebles en cada lugar al que llega, que se rodea de una guardia femenina. Qué tiene de admirable para los musulmanes europeos un líder como éste, al que reciben en un hotel con un cordero degollado y hace pasar manjares por su mesa hasta que se decide por un plato. Pero ahí estaban, deseosos de que el iluminado libio chasqueara los dedos. Ese Gadafi de perilla y gafas oscuras, de camisas de seda, con un servicio permanente de trescientas personas, es la demostración más impúdica del poder y de la riqueza que podamos ver en estos tiempos. Ningún multimillonario de Wall Stret llega tan lejos como esos magnates árabes que se exhiben sin pudor en Occidente, que llevan a cuestas sus palacios de esclavas negras y guardaespaldas con turbante.
Pero si hubiera sido un multimillonario de Wall Stret, esos mismos que hacen cola para adorar al opulento líder libio se pasarían el fin de semana encadenados a la puerta del hotel, con pancartas en las que se viera a Bush, con los pantalones por las rodillas, y el mundo en la entrepierna. ¿Y los antisistema, dónde están?
Replicarán, y es verdad, que no sólo se acercan a Gadafi los radicales, que también se sientan a su mesa desde Sarkozy hasta Aznar, pasando por Zapatero y ni rechistan siquiera. Es verdad, ya digo, aunque esas relaciones forman parte de otra patología europea que no es la imbecilidad sino un combinado de cinismo diplomático, conveniencia mercantil e interés energético. Y, en último caso, la necesidad de encontrar en tipos como Gadafi a un aliado político por la simple razón de que ha renegado del terrorismo.
Pero eso, ya digo, es otro capítulo. Éste de hoy es sobre la estupidez, esa amante antigua del fanatismo. A Gadafi, hace un año o así, le compusieron una ópera que se estrenó en el English National Opera de Londres: Gaddafi: A living myth (Gadafi: Un mito vivo). Al músico Steve Chandra Savale, que compuso la ópera, le preguntaron por el líder libio. Y dijo: «Las ideas de Gadafi son fascinantes: su singular intento de construir una utopía, con independencia de que uno la considere una dictadura brutal o un intento claramente no occidental de democracia popular». ‘Con indepedencia de que sea una dictadura brutal’, dice el tipo. Tócate los trombones...
Etiquetas: Alianza de Civilizaciones, Progresía, Sociedad
3 Comments:
Los de la foto del post de abajo se han quedado con un palmo de narices. La cosa tiene tela para hacer no una jaima, sino un camping con campo de golf.
Con que se le conozca alguna declaración antiUSA, antisistema, antiglobalización... (táchese lo que no proceda); ya les vale.
Si por eso los invitados fueron ansar y la botella...... no te digo
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