Ojos Negros
Es imposible retirar la mirada. La foto pertenece a una de las últimas pateras llegadas a España. Es de noche, se imagina el frío, las olas que baten suaves sobre la arena dejando un rastro de espuma helada. Una patera blanca está varada en la orilla y, a su alrededor, media docena de inmigrantes negros desparramados. La mayoría de ellos están tirados, rendidos. Acaban de salir de las cuatro paredes diminutas que los ha cobijado de la furia del mar y, al pisar tierra firme, ya no le responden las piernas. Y se han quedado así, unos, tendidos boca arriba, buscando en el cielo alguna estrella que les recuerde las noches de África, cuando soñaban con ese instante, la llegada. Otros se han incorporado, han clavado un codo en la arena y se mantienen con la mirada perdida. Y entre todos ellos, uno de los inmigrantes, a cuatro patas, como un animal al acecho, casi saca la cabeza de la imagen. No mira a nadie, no a la cámara que lo inmortaliza, pero su mirada es tan profunda que atraviesa como un rayo a quien se acerca a la foto. Ojos negros, mirada blanca.
No cuesta imaginar el contraste entre el silencio de ese momento, en el que la patera llega a la orilla, y los villancicos que sonarán al fondo, en las calles iluminadas de la ciudad más cercana. El inmigrante está ajeno a todo, como si los ojos arrastrasen todo su cuerpo. En esta guerra de supervivencia, ha llegado a la arena y acecha el mundo nuevo como una pantera negra. Temeroso y fuerte. Es el miedo, la angustia de los días en alta mar y el dolor los que se precipitan en esa mirada terrible que también es de esperanza, de ilusión, de conquista.
En la foto, no hay luna en el horizonte, sólo una luz de azul intenso. Serán las sirenas de una patrullera de Salvamento Marítimo que se acerca a la orilla, pero al mirar el destello azulado podría imaginarse como una estrella fugaz. Como el alma de unos ojos cerrados, el espíritu de quien se quedó en la travesía. Murieron y los tiraron al mar. Todas las semanas. Tres, cuatro, cinco muertos. Ni se sabe.
“El cielo siempre queda lejos y la vida nos resulta siempre ajena. El más grande de nosotros no es más que aquel que conoce más de cerca lo hueco y lo incierto de todo. Puede ser que nos guíe una ilusión; la que, sin embargo, no nos guía es la conciencia”, escribió Fernando Pessoa en su ‘Libro del Desasosiego’. Pero si perdemos la conciencia, si las pateras que llegan a las costas españolas, por decenas, dejando una estela de cadáveres en el mar, ya no nos inquietan, nos habremos instalado en el vacío. Que al menos no nos resulte ajeno, que siquiera nos alcance la comprensión de vernos, de verlos, a través de esos ojos firmes y perdidos. Ojos negros, mirada blanca.
No cuesta imaginar el contraste entre el silencio de ese momento, en el que la patera llega a la orilla, y los villancicos que sonarán al fondo, en las calles iluminadas de la ciudad más cercana. El inmigrante está ajeno a todo, como si los ojos arrastrasen todo su cuerpo. En esta guerra de supervivencia, ha llegado a la arena y acecha el mundo nuevo como una pantera negra. Temeroso y fuerte. Es el miedo, la angustia de los días en alta mar y el dolor los que se precipitan en esa mirada terrible que también es de esperanza, de ilusión, de conquista.
En la foto, no hay luna en el horizonte, sólo una luz de azul intenso. Serán las sirenas de una patrullera de Salvamento Marítimo que se acerca a la orilla, pero al mirar el destello azulado podría imaginarse como una estrella fugaz. Como el alma de unos ojos cerrados, el espíritu de quien se quedó en la travesía. Murieron y los tiraron al mar. Todas las semanas. Tres, cuatro, cinco muertos. Ni se sabe.
“El cielo siempre queda lejos y la vida nos resulta siempre ajena. El más grande de nosotros no es más que aquel que conoce más de cerca lo hueco y lo incierto de todo. Puede ser que nos guíe una ilusión; la que, sin embargo, no nos guía es la conciencia”, escribió Fernando Pessoa en su ‘Libro del Desasosiego’. Pero si perdemos la conciencia, si las pateras que llegan a las costas españolas, por decenas, dejando una estela de cadáveres en el mar, ya no nos inquietan, nos habremos instalado en el vacío. Que al menos no nos resulte ajeno, que siquiera nos alcance la comprensión de vernos, de verlos, a través de esos ojos firmes y perdidos. Ojos negros, mirada blanca.
Etiquetas: Inmigración, Sociedad
3 Comments:
Cogido de internet, de la pagina de EL MUNDO: El jefe del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha advertido en la Cumbre entre la UE y África en Lisboa que la inmigración ilegal es "el dramático resultado de un fracaso colectivo".
Antes era culpa del PP, de la derecha. Ahora es un fracaso colectivo. Habrá que tener cara????
Por supuesto que lo que ha estado sucediendo en Canarias desde el principio de la presente legislatura tampoco tiene nada que ver con el "efecto llamada". Papeles para todos = ¿Fracaso colectivo?
Aqui hay mucha gente que tiene culpa, mucha culpa, por desidia, por interés, por racismo, por dinero, por poder, sea de izquierdas o de derechas. Cada uno (los que lo intentan)intenta dar soluciones a los problemas de la forma que menos perjuicio se cause asi mismo por eso el problema no se soluciona nunca, no solo este, aplíquenselo ustedes a todo.
El único que no es culpable en este caso es el inmigrante y nosotros, todos, seguimos mirandonos el, cada vez mas grande y redondo, ombligo.
FELIZ NAVIDAD.
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