El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

06 enero 2007

Ilusión


Renegando de creencias y principios, abjurando de promesas y compromisos, cogió el coche y se fue directo al campo de fútbol. Estadio Olímpico de Sevilla, «Partido de la Paz». Superar aquel patetismo, verse como un participante más en aquel absurdo, no fue cosa fácil porque siempre había rechazado el manoseo político de las ilusiones. Esos serafines bien costeados. Como este ‘partido de la paz’, toda esa tramoya de palabrería hueca y cansina. Pero allí estaba él; se lo había prometido a su hijo.

El azar juega estas pasadas: su hijo, vestido de blanco, había sido elegido para formar la palabra PAZ en el campo, antes del partido. Sería un punto blanco de la ‘zeta’. Para colmo, la zeta. La pazzzz... ¿Pero cómo convencerlo de lo contrario, cómo privarlo de estar en el campo de fútbol con sus ídolos? Imposible. Por eso accedió a esta apostasía temporal de su ética cotidiana, incluida la certeza de que los padres no están obligados a hacer el ridículo para contentar a sus hijos.

En el coche, camino del estadio, se confirmaron pronto los peores augurios. En la radio pública repetían que la importancia de aquel partido financiado por la Junta de Andalucía no estaba en el resultado sino en el mensaje de paz; en el compromiso del presidente Chaves, que ese mismo día anunció que su Gobierno financiará polideportivos en Israel y Palestina. Regalo de Reyes Magos.
Cómo si el problema allí fuera la falta de dinero. Sólo falta que sea Climocubierta quien se encargue de construir pabellones deportivos junto a los amasijos de hormigón y hierros. Ningún sentido, en fin. Pero el comentarista de la radio pública le encontraba explicación a todo. «Si es posible la convivencia entre 24 jugadores palestinos e israelíes en un vestuario, por qué no va a ser posible entre dos pueblos». Fue literal.

Pasaban los minutos y un enorme atasco de tráfico decidió aliarse con el patetismo. No había vuelta atrás. Llegó la hora del partido y él seguía en el atasco. Salieron los futbolistas, comenzó la ceremonia inaugural y él seguía en el atasco. Soltaron globos al aire, volaron blancas palomitas, los niños formaron la palabra Paz y él seguía en el atasco. Cuando llegó al estadio su hijo lo esperaba con una banderita verdiblanca y una camiseta serigrafiada: «It’s posible. Football for peace. Junta de Andalucía».

Todo había salido al revés, pero por suerte estaba allí para el momento más importante: Su hijo iba a pedirle un autógrafo a sus ídolos. Acabó el partido y los jugadores comenzaron a salir veloces, envueltos en un halo de perfume caro, con el pelo mojado, los tatuajes chinos y los trajes impecables. Vio a su hijo escurrirse hasta la primera fila. Estaba a pocos centímetros de su estrella cuando un vigilante lo frenó en seco: «¡Eh, chaval!, que se mira pero no se toca». No se indignó. Al final, el despropósito le regaló la mejor metáfora de aquel bodrio. La ilusión oficial es así, se mira, pero no se toca.

1 Comments:

At 07 enero, 2007 11:49, Anonymous Anónimo said...

La ilusión oficial. Propagada por la élite política al mando, defendida por una legión de paniaguados y adoptada cómodamente por el star system. El resto, pagar y callar. Abrir la boca sólo para admirar los fuegos artificiales (¡ooh!), y movilizarte sólo para hacer a ola (¡oooeee!)

Eso sí, te confirmarán como demócrata y hasta te darán una medalla de amante de la pazzzz.

Para los discrepantes de este buenismo pánfilo, ya se sabe: que te alegras de los atentados, que no quieres la paz, que estás en la extrema derecha... y seis puntos menos en el carnet de demócrata.

Por lo menos, si se van a quedar contigo, que se lo curren, coño. No este discurso simplón e inane, donde el único esfuerzo se hace en la ostentación.

 

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