Farfolla
Sostiene Pérez Reverte que la Junta de Andalucía es, de todas las autonomías españolas, la más avanzada en el arte político de enredar, de amagar, de embarullar. La deplorable técnica política de inflar globos y, a medida que ganan altura, mantenerlos o explotarlos de acuerdo a la conveniencia política del momento. Estamos en eso porque, de todas las operaciones artificiales emprendidas por la Junta, la más importante de todas ha sido ésta del nuevo Estatuto.
Avanzan los días hasta el referéndum como un creciente hastío. El Estatuto reformado, que está hecho de una sustancia insípida y empalagosa, es un asunto incómodo para la clase política. Digamos que se ha convertido en un elemento incómodo porque, como a nadie atrae, ni siquiera a aquellos que lo proclaman, el deseo más palpable, más extendido, es el de que se acabe todo ya.
Que llegue el día 19 de febrero. Y hasta entonces, los dedos cruzados para que la participación electoral se arrime siquiera al cincuenta por ciento y resuelva políticamente esta nada. Que llegue el 19 de febrero y una mayoría de votos positivos, aunque sea ridícula, pueda servir de justificación de los muchos años destinados a esta convulsión de reformas estatutarias que nadie solicitó, que nadie buscaba, que nadie necesitaba. Que llegue el 19 de febrero, que esta vaca ya no da más leche.
Por eso, si se fijan, en estos días que llevamos de campaña o precampaña del referéndum, qué más da, el Estatuto está de telonero de las elecciones municipales. Tres palabras, tres minutos de introducción estatutaria, y el resto del discurso para criticar la corrupción del otro. Los ejércitos preparados para desembarcar “por tierra, mar y aire” en los ayuntamientos, como ha dicho el presidente Chaves, con símiles que no se le ocurrirían a ningún demócrata.
La campaña del Estatuto, en fin, está volcándose estos días en la demostración de los aspectos más deplorables de las autonomías, este derroche diario, este discurso despegado de los problemas, este desperdicio de tiempo y de recursos. Mientras el mundo avanza, este corralito de intereses provincianos para enredar y amagar como ha escrito Pérez Reverte aunque, de todas formas, él utilizó un término más preciso: “Andalucía –dice- es, sin duda, la comunidad que con más entusiasmo practica la farfolla parlanchina”.
Farfolla, “envoltura de las panojas de maíz”. Si tenemos en cuenta que por aquí también se utiliza la “panoja” como símil del dinero que fluye con facilidad, encontraremos que el Estatuto está bien definido así. Pérez Reverte, de todas formas, lo dijo pensando en algo más concreto, “en los asesores lingüísticos de la Junta de Andalucía, mis ídolos en este disparate”. Igual es que conoce que el nuevo Estatuto de Andalucía ha querido ser, además, líder en lenguaje de género. Aunque tampoco esto lo han conseguido. El Estatuto, en muchas páginas de su espeso derroche parlanchín, resulta un enorme coñazo.
1 Comments:
Yo pensaba votar no, pero después de ver el anuncio de Andy y Lucas, he decidido no ir a votar. Dedicaré ese día a hacer algo más importante, crucigramas o montar un mueble del IKEA, por ejemplo.
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