El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

08 febrero 2008

Integración


El colmo de la tolerancia es que acabe fomentando el racismo. Y ésa es la paradoja que se produce cuando se confunde el respeto y la libertad con el relativismo y la ceguera. Una sociedad abierta no es una sociedad multicultural; una sociedad igualitaria no es la que trata por igual a todas las creencias, a todas las religiones, a todos las tradiciones. Si todo tiene el mismo valor, si todo merece la misma consideración y el mismo respeto; si todo vale, nada vale. Una sociedad libre no es una sociedad permisiva; una sociedad pacífica no es aquella que antepone la paz por encima de todas las cosas. Y todo esto es así porque, por fortuna, la civilización occidental, y dentro de ellas sus creencias y costumbres más primitivas, se ha constreñido al marco supremo del Estado de Derecho. Las leyes abarcan a todos y a todo, los derechos afectan a todos y a todo. Lo que no entre por ese umbral, no tiene cabida en la civilización occidental.

Después de años conviviendo torpemente con el problema, varios países europeos han comenzado a replantearse los principios básicos de la inmigración. En España, cada vez que se plantea el debate se acaba despeñando por un abismo de insultos y descalificaciones. Y ahí se queda todo. Y suelen ser los mismos que abanderan la difusa teoría del multiculturalismo y la tolerancia quienes cierran con furor las puertas de cualquier reflexión. Todo será xenofobia y racismo. Se pierde el debate en la estrechez de siempre.

¿Debemos imponer a los inmigrantes que quieran venir a trabajar a España un ‘contrato’ de integración, un examen de ciudadanía o una declaración jurada de aceptación del mundo al que se quiere incorporar? Lo esencial, desde luego, es promover la integración, no los guetos. Un contrato o una declaración puede parecer un trámite ridículo o innecesario porque, como sostienen algunos dirigentes socialistas, lo esencial es exigirle a los inmigrantes el cumplimiento de la ley española. Pero se olvida que también el formalismo, el protocolo, tiene un efecto positivo. Pensemos, por ejemplo, en esa declaración que se firma en los Estados Unidos antes incluso de bajar la escalerilla del avión. ¿Piensa atentar contra el presidente de los Estados Unidos? ¿Piensa introducir o traficar con droga en los Estados Unidos? Ridiculez, sí, pero al firmarlo, el visitante comprende que acaba de atravesar un umbral concreto, que no llega a tierra de nadie. ‘Este territorio está regido por el Estado de Derecho, aquí impera la cultura de la legalidad’.

Europa se plantea estos días las reglas básicas del problema de la inmigración. Y el primer paso deberá ser siempre el reconocimiento de lo que somos. Afirmemos sin complejos, como ya hizo Popper, que a pesar de los fallos que podamos encontrar, «nuestra civilización es la más libre, la más justa, la más humanitaria y la mejor que hemos conocido a lo largo de la historia de la humanidad. Y es la mejor porque es la que tiene más capacidad de mejorar».

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5 Comments:

At 08 febrero, 2008 20:21, Anonymous Anónimo said...

Si señor

 
At 08 febrero, 2008 21:43, Anonymous Anónimo said...

Es que muchos pretenden que todas las culturas son igualmente valiosas, confundiendo "cultura" con "civilización", y no es lo mismo.

Se pueden respetar muchos aspectos de otros modos de vida o costumbres, pero no podemos permitir un retroceso en el nivel de civilización que hemos conseguido.

 
At 08 febrero, 2008 23:45, Anonymous Anónimo said...

ya esta bien de poner el culo a todo, perdon , el ano.

 
At 15 febrero, 2008 18:52, Blogger Ángel Ceballos Ortiz said...

Hombre, yo, que admiro a los EE.UU. en muchísimos aspectos, hubiera elegido otro país como modelo de política de inmigración.

¿Cuántos inmigrantes en situación irregular hay en los Estados Unidos? Se estima que entre 11 y 12 millones de inmigrantes indocumentados viven y trabajan en USA, aproximadamente uno de cada 20 trabajadores, según un estudio del Pew Hispanic Center, basado en cifras del Gobierno Norteamericano.

Pero claro, allí van porque es la tierra de las oportunidades y hay trabajo, mientras que a España vienen porque es muy fácil entrar y más todavía quedarse.

¿De verdad queremos seguir un modelo de convivencia que se ha caracterizado por la formación de guetos y por enfrentamientos sociales como en ningún otro lugar del mundo?

Aprendamos de los americanos cosas como su capacidad de trabajo, su cultura democrática, su amor por el deporte y su afán investigador; pero también tomemos nota de sus fracasos

 
At 09 marzo, 2016 08:25, Blogger 柯云 said...

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