El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

14 noviembre 2007

Jornadas


En los países desarrollados ya no hay necesidad de ir contando cada año las horas que se pierden en huelgas, paros y manifestaciones de trabajadores. Esa estadística ya no resulta relevante. Mucho más nos aportaría, por ejemplo, el conocimiento exacto de las horas y del dinero que se pierde anualmente en jornadas y seminarios convocados desde los distintos organismos públicos. La avalancha diaria de jornadas, que son mucho más profusas que los días mundiales de casi todo, lo cual ya es decir, no representa, además, una gran variedad, ya que, por lo general, casi todas ofrecen el mismo resultado y hasta repiten los mismos discursos de grandes palabras de nada, adaptados en cada caso al sector concreto al que se refieran. Implementaciones y demás, ya saben.

Es tan intensa la catarata de jornadas que lo complicado es encontrar alguna que se salga de lo esperado o, por lo menos, que interese a los asistentes, lo cual no suele ser lo habitual. Que por algo se conoce esta actividad como ‘turismo de congresos’. Turismo, o sea. A partir de ahí, qué más da que se trate del enésimo seminario sobre el Estatuto de Autonomía (qué gran agosto han hecho algunos con el mamotreto aquel), las cansinas jornadas de género del lobby feminista (ayer había unas sobre ‘Producción ecológica, mujer y autoempleo en el medio rural’) o las convenciones sectoriales de títulos memorables (como éste de ayer: ‘Seminario Regional de la Patata’).

La cuestión es que la sentencia inmortal de Eugenio d‘Ors (hay varias versiones; me quedo con la más lírica: «En Madrid, cuando las siete dan, o das una conferencia o te la dan») ha ido evolucionando hasta esta nueva realidad de agendas atiborradas de jornadas. Se diría que es el paso que va desde la tertulia de café al coffee break.

Ayer, en fin, yo también sucumbí a unas jornadas. En el Parlamento andaluz, jornadas destinadas a jueces y letrados de los parlamentos. Desconozco por completo si la mesa redonda en la que participé sirvió de algo, pero de lo que estoy seguro es que el cuestionario que elaboró para el acto Plácido Fernández-Viagas tendrían que enviárselo a todos los diputados.
Pongo ejemplos: «¿La estricta información parlamentaria tiene todavía interés para el lector? ¿Sigue existiendo lucha de ideas en el Parlamento? ¿Cuáles serían las razones sociológicas que determinan los continuos triunfos electorales del PSOE en Andalucía? ¿Por qué las elites intelectuales andaluzas se muestran ajenas a la participación en las listas electorales? ¿Se han sacralizado nuestros símbolos? ¿Es posible criticar, por ejemplo, a Blas Infante?».

Memorable e inesperado, como el mismo Plácido Fernández-Viagas. Claro que, tampoco es de extrañar: ya escribió Fernández-Viagas un libro en el que sentenciaba que «la institución parlamentaria podría ser ya sustituida, no es necesaria». Si lo sabrá él, que es letrado del Parlamento andaluz.

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1 Comments:

At 14 noviembre, 2007 22:31, Anonymous Anónimo said...

Jornadas y más jornadas, pero si nos fijamos un poco veremos que pagan unas administraciones a los políticos de otras administraciones y viceversa, todo el pastel se reparte entre los "espadas" de un mismo partido (o los profesores universitarios de la cuerda ¿cómo queremos que después se solidaricen con el colega censurado por su libro de la memoria histórica? el que hable se queda fuera del reparto). Como después no tienen público suficiente tienen que llevar a la clap mediante diversos señuelos, empleados públicos o aspirantes a serlo que obtienen puntos mediante la asistencia a estos "bolos": conclusión, gran éxito de asistencia

 

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