Perdón negro
Hasta el perdón ha sido una burla, hasta el final se ha mantenido la calculada estrategia de los asesinos, hasta la última palabra ante el tribunal, el juicio de Marta de Castillo ha estado transitando, idas y venidas, por las callejuelas oscuras y pestilentes de las declaraciones de los implicados, ese juego cruel de testimonios exculpatorios, mareantes y frívolos, de esa gentuza que hasta el perdón lo ha convertido en burla. El perdón como argucia final que busca los favores y las garantías de un Estado de Derecho del que se han mofado desde que asesinaron a Marta del Castillo y condenaron a su familia a la humillación de no poder arrodillarse nunca ante su cadáver, para hablarle a la lápida que trae los recuerdos, para llorarle al mármol en el que repasan con la yema de los dedos su nombre grabado. Hasta el perdón, que es la última oportunidad que tiene un ser humano para sentirse digno, lo han convertido en burla esas alimañas.
Pero es justamente por eso, porque la vista oral ha concluido ya, por lo que tendríamos que imponernos ahora la obligación de no caer nunca más en la sucia maniobra de esos delincuentes. Tenemos que sobreponernos al horror de los últimos años, a la indignación acumulada por tantos días de mentiras, para comenzar, con la serenidad que pueda traer el final de esta pesadilla judicial, a mirar hacia atrás en el proceso con ojos de autocrítica. Analizar, desde que se inició la investigación, qué ha podido fallar para que «cuatro niñatos» –que ha sido la expresión más usada en este proceso– se hayan mofado de policías, fiscales, jueces... Se han reído de una sociedad entera y han pisoteado la confianza de todos en la Justicia. Alejémonos de todo eso, huyamos del sarcasmo, y comencemos a repasar todo lo sucedido para que en el futuro no ocurra nunca más. Por ejemplo: ¿Podemos considerar que la actuación de la Policía no ha fallado en ningún momento? ¿Podría ser que uno de los problemas fundamentales ha sido el haber sustentado en exceso la investigación en los testimonios de unos delincuentes? ¿Y la Ley del Menor? ¿Puede mantenerse por más tiempo el absurdo de juicios separados para menores y adultos en este tipo de delitos? ¿Y los abogados? ¿El Código deontológico no debería implacable antes algunos excesos de las defensas?
Ayer, cuando ya se acabó todo, cuando se cerraron las puertas de los juzgados de Sevilla en los que se ha celebrado el juicio, la madre de Marta del Castillo se echó a llorar. Cada vez que veo esa foto suya, cada vez que veo a esa mujer tragándose las lágrimas que le corren por las mejillas... Cada vez que se mira esa foto, cualquiera se angustia al darse cuenta de que, aunque lo intente, le es imposible calcular el calvario de esos padres. Cada noche, cuando cierran la puerta y ven la habitación de su hija vacía. Ese dolor merece, al menos, el ejercicio sereno de la reforma y la autocrítica.