El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

03 noviembre 2011

El responsable



«Yo soy el responsable», ha dicho el presidente Zapatero en uno de los pocos mítines en los que se le va a ver en la campaña electoral que comienza hoy; mítines expiatorios en los que el presidente mostrará al público el cadáver de lo que fue, su figura política demacrada, el cuerpo canijo y amarillento del ‘Maquiavelo de León’, como lo llamaron, los restos de aquel líder de la baraka que se coló en la historia de España cuando nadie lo esperaba. Como un alma en pena en este mes de las ánimas, Zapatero se sube a los escenarios para echarse a las espaldas la culpa de la ruina que atravesamos, la tiesura en la que nos deja. «Yo soy el responsable», ha dicho estos días y, con seguridad, será una de las frases más repetidas en sus intervenciones en esta campaña. Hemos tenido que esperar a que el presidente Zapatero exhiba ante todos el cadáver de lo que fue para poder oírle la primera verdad sobre la crisis económica: sí, es verdad, él ha sido el principal responsable de este barro de problemas en el que nos hemos estancado.

Sí, es verdad, y si el presidente puede asumirlo así en los mítines, con esa franqueza, es porque, entre los privilegios de la política, se encuentra el blindaje de los políticos irresponsables. La responsabilidad política es un concepto tan vacuo, tan hipócrita que son los propios irresponsables los que tiene que decidir cuándo y cómo asumen la responsabilidad política. Zapatero ha esperado hasta el final de la legislatura; a quince días de abandonar La Moncloa, confiesa que él es el responsable.

El repaso, en estos días, de las cosas que se decían en España hace cuatro años conducen al estremecimiento. Vayamos, por ejemplo, a finales de 2008, principios de 2009, tras la última victoria en las urnas. Zapatero negaba la crisis y prometía «la Segunda Modernización de España» mientras le exigían que adoptara medidas con urgencia. Lo decía Francisco González, presidente del BBVA: «Esta situación es de verdadera emergencia nacional». Y el presidente de las Cajas de Ahorro, Juan Ramón Quintás: «La crisis en España será más larga que en el resto de países. Si no se actúa con mayor contundencia, las consecuencias serán dramáticas. Estamos en una situación de emergencia nacional». Lo contaba Felipe González: «Se ha acabado la fiesta, a final de 2009 vamos a estar peor que ahora. La crisis es dura, compleja y profunda; no hay tiempo que perder» y coincidía con el Aznar de sus antípodas: «España necesita plantearse una ambiciosa agenda de reformas políticas, económicas e institucionales». Lo recalcaban en el Fondo Monetario Internacional: «Las perspectivas de la economía española son sombrías e inciertas. Si no se llevan a cabo [reformas estructurales], España podría verse atrapada en una situación de baja competitividad, bajo crecimiento y alto desempleo». Lo vaticinaban los economistas de España: «Todo pasa por no querer hacer sacrificios. La crisis española puede convertirse en una catástrofe descomunal» (Juan Velarde). Y los economistas extranjeros: «Las perspectivas económicas españolas son aterradoras» (Paul Krugman).

Lo dijeron, lo advirtieron, lo pronosticaron y todo aquello de lo que se alertó se acabó cumpliendo. Ahora, cuatro años después, Zapatero pasea el cadáver de su derrota por los mítines: «Soy el responsable», dice, pero eso ya lo sabíamos. La cuestión es que una irresponsabilidad así se pueda despachar con dos golpes de pecho en una campaña electoral.

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