Tres veces
La cuenta atrás ha comenzado ya para José Antonio Griñán. Fue el domingo, al mismo tiempo que se cerraba el escrutinio de las elecciones generales y se confirmaba el hundimiento del PSOE. Ahí, en ese instante, comenzaba la cuenta atrás de la estrategia que se marcó hace seis meses, cuando se negó a convocar las elecciones andaluzas el mismo día que las elecciones generales. El partido se lo había pedido con una razón poderosa: ‘es necesario movilizar a todo el partido, fundamentalmente en aquellas regiones donde más fuerza electoral hemos demostrado siempre’. Y qué mejor que una doble convocatoria, elecciones generales y andaluzas, para que el PSOE de Andalucía desplegara la maquinaria social con la que viene ganando elecciones desde hace treinta años. Esas eran las razones, pero Griñán se enrocó en sí mismo: decidió que la derrota que vendría, la de las elecciones generales, no podía ser su derrota; que lo único que le convenía para mantener el poder en Andalucía era alejarse lo más lejos posible de Zapatero. Ayer, al contemplar los resultados de las elecciones generales en Andalucía, Griñán pudo pensar incluso que lo ocurrido le ha dado la razón, porque con la extrapolación de los resultados el Partido Popular habría obtenido la mayoría absoluta en el Parlamento andaluz. ¿Ha acertado, pues?
Si la secuencia se detuviese ahí, es evidente que Griñán podría pensar que se ha salvado de la quema; que la coincidencia de las elecciones no hubieran supuesto otra cosa que una doble derrota para el Partido Socialista y, por ende, su final político inmediato. Pero, al margen de que no sabemos qué hubiera ocurrido con una campaña distinta (ahí está el ejemplo de Alfonso Guerra, que por primera vez se ha echado la campaña a la espalda, se ha multiplicado en dos semanas, desde Radio Betis al último hogar de pensionista de la Sierra Norte de Sevilla, y ha logrado ganar en votos y en escaños), lo que es evidente es que la secuencia política no se detiene aquí. Para que a Griñán le salga bien la estrategia, todavía tiene que conseguir lo fundamental: invertir la tendencia electoral que, desde que llegó a la Junta, se ha mostrado implacable en su contra. Griñán se ha salvado de la ‘quema’ de Zapatero, sí, pero sólo eso.
Tres datos avalan el pesimismo para el PSOE de Andalucía. El primero es que, aun cuando Zapatero se borró del cartel ya en las elecciones municipales y autonómicas, el electorado no lo ha percibido como una rectificación suficiente. El segundo es que la insistencia en la política del ‘miedo a la derecha’, en la que sigue instalado el PSOE como único argumento, ya no tiene ninguna repercusión electoral relevante; sencillamente se ha dejado de ver al Partido Socialista como el único garante de las políticas sociales, quizá porque la prioridad ahora es otra más perentoria: el desempleo, la tiesura, la parálisis económica. Y el tercero es que, ahora, Griñán tendrá que poner en marcha la maquinaria electoral del PSOE de Andalucía en el periodo de mayor convulsión interna que se conoce desde aquel congreso en el que Felipe González forzó la renuncia del marxismo.
De aquí a las elecciones autonómicas de marzo, a Griñán le espera una selva de problemas internos y de desafección externa a las siglas que representa. Ayer, el presidente se agarró a la esperanza: “es posible remontar la diferencia”. Pero eso ya lo dijo en las elecciones municipales y en estas últimas generales: “Digan lo que digan las encuestas vamos a ganar, porque las encuestas se publican para robarnos la voluntad” (7-5-2011). “El vuelco electoral en Andalucía es que vamos a ganar" (5-11-2011). Tres veces ha dicho lo mismo y cada vez que lo dice, en la calle, a su paso, parecen cantarle aquel bolero desgarrado de Paquita la del Barrio: “Tres veces te engañé/ la primera por coraje/ la segunda por capricho/ la tercera por placer. Tres veces te engañé/y después de esas tres veces/ no quiero volverte a ver”.
Etiquetas: Junta de Andalucía, Política, PSOE
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