El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

18 noviembre 2011

Ficción electoral



Domingo 20 de noviembre. Me repito la fecha una y otra vez porque hace treinta y seis años, un día como hoy, yo me encontraba aquí mismo, frente a la puerta cerrada del colegio. Me lo ha recordado el frío y el olor que tienen las madrugadas de otoño aquí donde vivo; el fresco del rocío en los árboles, en los setos, la calidez de algún horno de pan cercano, el despertar de café y anís de los bares. Sí, yo estaba aquí mismo y el colegio estaba cerrado porque ese día se murió Franco y no hubo clases: luto oficial. Los niños nos quedamos esperando hasta que salió el director y nos mandó a casa. La puerta estaba cerrada como ahora, y yo, que soy el presidente de la mesa de este colegio electoral, he empezado ya a impacientarme: van a dar las ocho y por aquí no aparece nadie. Todo es silencio y frío.

Al poco, veo acercarse un furgón de policías y varios vehículos particulares. Se detienen frente a la puerta y, con enorme diligencia, se dirigen hacia donde me encuentro. «¿Es usted el presidente de la mesa electoral?», me preguntan. «Pues venga con nosotros que tiene que levantar acta: las elecciones se han suspendido y hay que informar a los electores». ¿Las elecciones suspendidas? ¿Pero de qué hablan? ¿Cómo se van a suspender unas elecciones generales, eso es imposible? Ah, ya sé, un atentado… ¿Qué ha ocurrido? Dígamenlo… «Tranquilícese, que no ha ocurrido nada de eso, ningún atentado terrorista… Usted entre con nosotros, que ahora vienen los políticos a dar todas las explicaciones», me dijeron finalmente señalando con el dedo al grupo de personas que había llegado en los coches particulares y que también ahora se dirigían hacia el colegio. Sin mediar palabra, pasamos dentro; dos policías se apostan en la puerta.

«La decisión se ha tomado esta madrugada; es normal que usted no se haya enterado de nada si esta mañana, antes de venir al colegio electoral, no le ha dado por poner la radio», me dijo uno de los políticos mientras los demás, de otros partidos, asentían con la cabeza. Estábamos reunidos en una de las aulas del colegio, los pupitres verdes apilados en las paredes y una mesa larga, rectangular en el centro, con la urna vacía. Nos sentamos allí, la legitimidad de aquel acto, según explicaron, pasaba por el acta de conformidad que yo tenía que levantar como presidente de mesa. «Mire, lo primero que quiero decirle es que la anulación de las elecciones ha sido acuerdo de los dos grandes partidos y confiemos que, en breve, se sumen todos los demás. Porque no había otra salida: los mercados no han visto bien que en España, en este momento, con la prima de riesgo por encima de los quinientos puntos, se celebren elecciones. Portugal, Grecia, Italia... En el fondo todos sabíamos que era cuestión de tiempo. Exigen, nos lo han exigido nuestros socios europeos, un gobierno de concentración presidido por alguien de prestigio internacional en el mundo de las finanzas. Y reformas inmediatas, en una semana. Las elecciones lo retrasarían todo; no es fácil de explicar, pero en este momento las elecciones son contraproducentes. Elecciones igual a quiebra. Quién nos iba a decir al principio de la crisis que, en vez de refundarse el capitalismo, lo que se iban a refundar eran las democracias». El político ha cerrado la frase con una sonrisa que parecía irónica, y me ha pasado un acta para firmarla. Domingo, 20 de noviembre. Vuelvo a casa pensativo. ¿A quién diablos se le ocurriría la dichosa fecha?

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