El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

01 noviembre 2011

El perrito



Tendría que ser la vida como el cuento aquel de Chejoj, ese principio maravilloso: «Un nuevo personaje ha aparecido por la ciudad, una señora con un perrito». Tendría que ser la vida así, que la mayor sorpresa que podamos esperar, el principal sobresalto, no sea más que la novedad de un personaje nuevo en el escenario de rutinas en el que nos adentramos cada mañana. «Sentado en el pabellón de Verney, Dmitri vio pasearse junto al mar a una señora joven, de pelo rubio y mediana estatura, que llevaba una boina; un perrito blanco de Pomerania corría delante de ella». No tendría que haber más noticias que ésta, y no la angustia de que el simple resumen de titulares de un informativo de radio o el repaso por las principales noticias de un periódico, sea la certificación precisa de los peores instintos del hombre, el odio, la avaricia, la sinrazón, la estupidez…

Catástrofes diarias, grandes y pequeñas, atentados que llenan de sangre y de polvo las paredes de un mercado en Irán y niñatos fanáticos que irrumpen en las aulas de las universidades para reventar alguna conferencia con gritos o insultos. Una mujer que llora, con los ojos morados, en las dependencias de la Policía antes de denunciar a su marido; una patera de inmigrantes descalzos, cubiertos con mantas rojas, ateridos de frío, congelados de incertidumbre; el presidente de una multinacional que no ha dormido, porque esa mañana tendrá que explicarle a su consejo que todo se acabó, que lo ha devorado por Wall Strett, humillado por los mercados en los que siempre se consideró imbatible. Y un padre de familia que abandona el banco cabizbajo, con las manos hundidas en los bolsillos, porque estamos a principios de mes y ya tiene la cuenta en rojo. Desastres diarios, grandes y pequeños, que nos empapan desde la prima luz del día, como una lluvia incesante, y habrá rachas de viento, y momentos de aguacero y de lluvia fina, pero nunca deja de llover. Y los dos, tú y yo, estamos en el centro de la calle; preguntándonos cuándo escampará.

Tendrían que ser todos los días como este noviembre soleado, un paseo silencioso por las calles de nichos, perfumadas de flores nuevas, empapadas de llantos viejos. La vida tendría que pararse todos los días aquí, tendría que arrancar de aquí, de este paseo silencioso por el mundo de los muertos, este escarmiento de muros cuadriculados, este paisaje de vidas desaprovechadas por el egoísmo o la ambición, vidas truncadas por la envidia o el fanatismo, vidas de gentes que se olvidaron de vivir. Tendría que nacer la vida de la lección de la muerte, de esta amargura, de esta esperanza; de esta serenidad de los cementerios, que es la serenidad de quien guarda el último secreto de esta vida. Tendría que ser así, saber que lo único que nos puede sorprender hoy es que una señora aparece en el paseo frente a nosotros con un perrito blanco.

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