Bancarrota
Los primeros augures pronosticaron que, durante años, la crisis económica traería a la orilla grandes ballenas muertas y que por las mañanas los hombres se asomarían asustados a la playa, atraídos por el hedor y los ladridos de una manada de perros salvajes que se disputaban los primeros trozos de carne desgarrada. Ese fue el pronóstico y así sucedió; el mar de la mañana comenzó a vomitar grandes ballenas muertas, primero imperios financieros se derrumbaban en titulares de cinco columnas, con una foto gigantesca de sus rascacielos de la Gran Manzana, ahora desolados. Luego, grandes bancos que se ufanaban de su solvencia saltaban en pedazos, reventados por dentro por una auditoría sonrojante de ocultaciones. Y empresas, cientos de empresas, enormes constructoras, deshilachadas como las banderitas que anunciaban pomposas urbanizaciones en las afueras de la ciudad y que nunca se llegarían a edificar. Otro día, fueron los países, los gobiernos, los que aparecían en las noticias de la mañana aniquilados, destruidos, intervenidos, asfixiados, dimitidos. Después de ver tantas ballenas muertas en la orilla, los hombres han aprendido a desconfiar de todo lo que les rodea, de todo lo que le dicen; ahora saben que los augures tenían razón y que todavía el mar seguirá vomitando los cadáveres de esta crisis.
La crisis, sí, esta crisis devastadora tenía un correlato cierto de grandes imperios caídos. Ya son muchas las quiebras a las que hemos asistido en mañanas de sobresalto y sabemos que otras muchas aún habrán de llegar. Quizá las siguientes, a no mucho tardar, serán las autonomías, el centro del despilfarro del dinero público durante casi tres decenios. Sin necesidad siquiera de esperar a conocer con detalle las cifras reales de la deuda y del déficit de la Junta de Andalucía, cualquiera que haya observado en los últimos años cómo se ha gastado el dinero aquí, cómo se ha gobernado aquí, puede albergar la sospecha de que las acusaciones de bancarrota de la autonomía andaluza no son baladíes. No se trata de exagerar la realidad ni distorsionarla con acusaciones huecas, se trata sólo de constatar que son muchos los departamentos de la Junta de Andalucía en los que desde hace meses, se vive esa sensación de arcas vacías.
En uno de los mejores libros que se ha escrito sobre la crisis (‘Bancarrota del Estado y Europa como contexto’, de Mercedes Fuertes y Francisco Sosa Wagner) se circunscribe todo lo que nos ocurre a algo tan antiguo como las consecuencias nefastas de un mal gobernante. Desde el siglo XVI, con la bancarrota de Felipe II, la historia se ha repetido presa del mismo círculo vicioso: las consecuencias de un mal gobierno, ineficaz y derrochador, se tapaban con endeudamientos permanentes que conducían finalmente a la quiebra. Y el personal lo descubre siempre tarde, cuando comprueba que durante años el interés a largo plazo de los ciudadanos se ha pospuesto o se ha ignorado para satisfacer el interés a corto plazo de la clase política gobernante. «La insolvencia como método» –como se define en el libro– ha sido la que ha imperado en gran parte del Estado autonómico español, «el marasmo autonómico y local». En el caso andaluz, quizá nos asombremos cuando oigamos un día las noticias de la mañana y nadie consiga explicarnos en qué se ha gastado esa montaña milmillonaria. Sólo podremos contemplar ya esa ballena muerta.
Etiquetas: Autonomías, Crisis, Economía, Junta de Andalucía, Sociedad
1 Comments:
Me ha gustado mucho tu artículo, sigue escribiendo mas sobre este tema. Te comparto un blog mio donde también hablo de este tema y creo que te gustará: Concurso de acreedores
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