El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

24 enero 2012

El día que se jodió todo


En toda derrota siempre existe un instante en el que sólo cobra sentido una pregunta; en toda caída, en todo fracaso, ya sea de nuestras vidas, ya sea del colectivo al que pertenecemos, llega un momento en el que comprendemos que ya no hay posibilidad alguna de solucionar nada, que los pasos que se han dado no sabrán encontrar nunca el camino de vuelta. En ese instante de abatimiento, ya se han caído los brazos, y sólo podemos preguntarnos en qué momento se jodió todo. Como aquella expresión grandiosa con la que Vargas Llosa inicia su ‘Conversación en la Catedral’, también este fin de semana, algún veterano militante socialista habrá dejado la mirada perdida en el fondo de la sala en la que se celebraban las asambleas precongresuales del PSOE. Mirarlos y mirarse, sin posibilidad alguna de reconocerse, mientras las palabras rebotan en las paredes de moqueta. Contemplarlos en silencio y contemplarse allí, mientras busca inútilmente en aquellas caras un resquicio, al menos un resquicio de memoria, de lo que fueron. Y susurrar luego, ‘cuándo, en qué momento se jodió todo’.

En todas las asambleas habrá habido militantes del PSOE que lo hayan experimentado igual; la misma duda compartida, la misma certeza multiplicada. Pero de todos esos momentos, quizá ninguno tan expresivo como el ocurrido en el Congreso de Sevilla; esa escena final, definitiva, en la que el alcalde de Dos Hermanas, Francisco Toscano, grita desde el fondo de la sala «¡No tienes vergüenza!». Se lo ha gritado al presidente de la Diputación, y los dos, supervivientes del naufragio de las elecciones municipales, los dos, que tantas veces se han cruzado en las conspiraciones, los dos, que tantas veces han marcado las cartas, los dos, que tantas veces han afilado juntos las navajas, aparecen ahora en medio del pasillo del congreso como dos viejos lobos que se destrozan a dentelladas.

En todos los congresos ha habido zancadillas, componendas, pactos y traiciones. Muchas de ellas conocidas y otras que sólo se desvelarán dentro de dos fines de semana, cuando aquellas decenas de delegados que han prometido el voto a los dos candidatos rompan la ambigüedad en el último minuto del Congreso federal para sumarse a una apuesta segura, Rubalcaba o Chacón, que les incluya en la victoria. Pero esa secuencia de acuerdos secretos, de pactos in extremis, de deserciones inesperadas, todo eso forma parte de la historia del Partido Socialista como, acaso, forma parte de la esencia misma de la política. Ha sido aquel grito desde el fondo, «¡No tienes vergüenza!», el que ha marcado la diferencia de este congreso, de este momento político, de este declive. Gentes que llevan treinta años en un cargo público, que nada tienen que decir, que nada tienen que decirse; nervios desatados por no equivocar la apuesta en este momento en el que todo el esplendor de ayer ya se ha perdido. Ahora que hay que apretar el culo al sillón, ahora que ya no queda sitio para los dos, ahora no pueden equivocarse. Esa imagen de decadencia, ese final de descomposición, ha sido cuanto había que esperar. «Piensa: ¿en cuál? Frente al Hotel Crillón un perro viene a lamerle los pies: no vayas a estar rabioso, fuera de aquí. El Perú jodido, piensa, Carlitos jodido, todos jodidos. Piensa: no hay solución».

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