El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

03 enero 2012

Sol de enero


Se van tostando las primeras sonrisas del año en la terraza de un bar de Sevilla, al calor de este sol de enero que ha vestido las mañanas con dieciocho grados en los termómetros. Puede ser éste, sí, el enero más soleado y caluroso de los últimos años y, sin embargo, extrañamente, a nadie le ha dado en esta ocasión por hablar del cambio climático. Nadie lo menciona ya; el cambio climático, como tantos otros asuntos, ha desparecido de todos los debates, de los oficiales y de los cotidianos, se ha esfumado de todos los parlamentos, de todos los bares, porque la crisis lo devora todo y también arrasa con las preocupaciones. No hay otro tema de inquietud que la penuria que arrastramos y el canguelo que produce pensar en los doce meses bisiestos de 2012. Nadie habla ya del cambio climático ni de nada que no sea la crisis económica y sólo por ese estado de shock en el que se encuentra a sociedad española se pueden explicar las reformas fiscales abrasivas con la que se ha estrenado el Gobierno de Rajoy. Quizá porque piensan en el Gobierno que el personal está tan asustado que nadie va a cuestionar las reformas que se impongan; que nadie va a achacarles ningún incumplimiento, ninguna vuelta de tuerca, ningún recorte social: que todo el mundo está dispuesto a tragar con lo que sea. De ahí esta precocidad en el engaño electoral; ni Felipe González se dio tanta prisa en desmentirse. Igual que aquel «Otan, de entrada No», llega ahora este nuevo «Impuestos, de entrada No».

Se parecen tanto las dos engañifas que, en el fondo, los dos incumplimientos se guían por la misma mentalidad de desconsideración a la ciudadanía. Sí, lo que late en el fondo es el desprecio de la gente, la creencia displicente de que la sociedad civil es, ante todo, inmadura, una masa amorfa, fácilmente maleable. Lo grave, en los dos casos, no es la decisión que se adopta, sino la forma de implantarla. Como entonces con la lógica integración de España en la estructura militar de nuestros socios y aliados, ahora la mayoría de los ciudadanos son conscientes de la gravedad sin fondo de la crisis económica española y de la necesidad urgente de acometer grandes reformas y soportar grandes sacrificios. De ahí, de esa certeza, nace la mayoría absoluta del PP y el descalabro del PSOE. ¿Qué necesidad hay de engañar a una sociedad concienciada con la crítica situación que atraviesa? Ni la desviación del déficit del Estado, que el PP ya venía anunciando desde hacía meses, ni la amenaza alemana («si no hubiéramos aprobado las medidas, nos las habrían impuesto otros», que dijo ayer el ministro de Economía), pueden ocultar la estrategia premeditada que se ha seguido para prometer una cosa y aprobar, no una subida cualquiera de impuestos, no, sino la mayor subida de impuestos de la democracia. Sin una profunda desconsideración de la madurez de la sociedad, ningún gobernante se atrevería a actuar de esta forma.

Tras la bofetada fiscal del PP, ya cuenta España como uno de los IRPF más altos de Europa, por encima de Alemania o Francia, que tiene rentas más altas que la nuestra. También el ahorro está más penalizado fiscalmente que en Europa y las empresas españolas soportan un Impuesto de Sociedades más elevado. Vaya comienzo para quien proclamaba que su prioridad era el empleo y que la subida de impuestos perjudica la recuperación económica. Deben pensar que el miedo aletarga las entendederas de la gente. Como este sol de enero.


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