El virrey
Se ha marchado Chaves a Madrid como las folclóricas de los cuarenta cuando se iban de gira. Se va Chaves a Madrid como la Piquer en sus tiempos, con varios baúles repletos del ajuar de la casa, que hasta se cuenta que el marido añadía otro baúl más con aceite de oliva. En el baúl que Chaves se lleva a Madrid ha metido su guardia de corps completa, medio ministerio se lleva a cuestas para que se note que no todos los ministros son iguales, que unos llegan con una mano delante y otra detrás, con el traje recién comprado para la toma de posesión, mientras que otros se llevan consigo la corte. ¿Qué hacemos con el portavoz? Al baúl. ¿Y con la secretaria? Al baúl, por favor. ¿Y con el hermano del portavoz, que es secretario general? Al baúl también. ¿Y con el secretario de actas, ese notario fiel, ese testigo mudo? Al baúl, por supuesto. ¿Ya está? No, falta aún lo esencial. ¿Qué hacemos con Zarrías? Al baúl.
Todo esto, vamos a ver, no es normal. Aunque el paso siguiente y lógico al nombramiento de todo ministro sea la designación de su equipo de confianza, lo de Chaves no suena a eso; lo de Chaves suena al barón regional que se marcha a Madrid con el séquito de fieles del reino perdido. El baúl de Chaves suena a virrey medieval,
un vicepresidente con vida propia, ajena, al Consejo de Ministros, que será Elena Salgado la vicepresidenta segunda y Fernández de la Vega la vicepresidenta primera, pero ninguna de ellas tiene una corte tan visible como la que rodea a Chaves cuando se baja del Ave. Por eso, la vicepresidencia de Chaves es la tercera, porque es la que está más alejada del presidente, porque tiene vida propia, una vida enajenada, como un monarca en el destierro.
Sólo había que verlos el otro día en la foto de familia de los nuevos del Gabinete de Zapatero tras toma de posesión. Blanco tenía el gesto serio, muy serio, imbuido de la nueva responsabilidad, para que la primera estampa del cambio con Magdalena Alvarez fuera visible. Gabilondo andaba con la pinta de despistado de los catedráticos; Elena Salgado con su aire de mujer hacendosa, que sabe que no es la más lista de la clase pero sí la más sacrificada, y Trinidad Jiménez, en un extremo, mirando al lado, como si aún no se creyera que ha entrado al fin en el Gobierno. Iba para Hillary Clinton y se quedó en Celia Villalobos. De todos, el único que sale en las fotos con la barbilla en alto, estirando el mentón, es el vicepresidente Chaves. Reposa la mirada en el infinito, la comisura de sus labios esboza una sonrisa y el conjunto adquiere, acaso sin pretenderlo, una pose marcial de un general veterano que vuelve de la batalla y lo envían, como uno más, a la academia de oficiales. Y allí que se presenta el general, con sus edecanes y sus honores. Se baja del tren con las medallas en el pecho, cimbreándose al ritmo del paso ligero con el que deja el Ave y recorre el andén de la estación. Miren las fotos de estos días… No, no, observen y ya verán que Chaves no se ve a sí mismo fuera de sus dominios, de sus prebendas.
Entre sus dictados y sentencia, María Zambrano nos dejó advertido que el vacío no es lo que sucede a la marcha, que hay quienes encuentran su ser en la despedida. “El espacio surge de la separación, de la pérdida: de no tener ya y del haber perdido el lugar de ser”. Chaves, en su marcha, se ha encontrado a sí mismo, lo que era, lo que ha creado en las dos décadas que ha estado en la presidencia de la Junta. Para que se le vea como un virrey sin trono se ha tenido que marchar. Un final de copla, o sea.
Todo esto, vamos a ver, no es normal. Aunque el paso siguiente y lógico al nombramiento de todo ministro sea la designación de su equipo de confianza, lo de Chaves no suena a eso; lo de Chaves suena al barón regional que se marcha a Madrid con el séquito de fieles del reino perdido. El baúl de Chaves suena a virrey medieval,
un vicepresidente con vida propia, ajena, al Consejo de Ministros, que será Elena Salgado la vicepresidenta segunda y Fernández de la Vega la vicepresidenta primera, pero ninguna de ellas tiene una corte tan visible como la que rodea a Chaves cuando se baja del Ave. Por eso, la vicepresidencia de Chaves es la tercera, porque es la que está más alejada del presidente, porque tiene vida propia, una vida enajenada, como un monarca en el destierro.
Sólo había que verlos el otro día en la foto de familia de los nuevos del Gabinete de Zapatero tras toma de posesión. Blanco tenía el gesto serio, muy serio, imbuido de la nueva responsabilidad, para que la primera estampa del cambio con Magdalena Alvarez fuera visible. Gabilondo andaba con la pinta de despistado de los catedráticos; Elena Salgado con su aire de mujer hacendosa, que sabe que no es la más lista de la clase pero sí la más sacrificada, y Trinidad Jiménez, en un extremo, mirando al lado, como si aún no se creyera que ha entrado al fin en el Gobierno. Iba para Hillary Clinton y se quedó en Celia Villalobos. De todos, el único que sale en las fotos con la barbilla en alto, estirando el mentón, es el vicepresidente Chaves. Reposa la mirada en el infinito, la comisura de sus labios esboza una sonrisa y el conjunto adquiere, acaso sin pretenderlo, una pose marcial de un general veterano que vuelve de la batalla y lo envían, como uno más, a la academia de oficiales. Y allí que se presenta el general, con sus edecanes y sus honores. Se baja del tren con las medallas en el pecho, cimbreándose al ritmo del paso ligero con el que deja el Ave y recorre el andén de la estación. Miren las fotos de estos días… No, no, observen y ya verán que Chaves no se ve a sí mismo fuera de sus dominios, de sus prebendas.
Entre sus dictados y sentencia, María Zambrano nos dejó advertido que el vacío no es lo que sucede a la marcha, que hay quienes encuentran su ser en la despedida. “El espacio surge de la separación, de la pérdida: de no tener ya y del haber perdido el lugar de ser”. Chaves, en su marcha, se ha encontrado a sí mismo, lo que era, lo que ha creado en las dos décadas que ha estado en la presidencia de la Junta. Para que se le vea como un virrey sin trono se ha tenido que marchar. Un final de copla, o sea.
Etiquetas: Junta de Andalucía, Política, Sociedad
2 Comments:
Muy buena la caricatura
CARLOS SOLCHAGA Y JOSÉ AURELIANO RECIO
Rafael del Barco Carreras
28-05-09. Leo la noticia de las subvenciones a MINAS DE AGUAS TEÑIDAS SA, apoderada Paula Chaves, hija del Vicepresidente Chaves, y como en los últimos juicios me asaltan los fantasmas del pasado. Quince años. Cuando en 1994 se detiene a Javier de la Rosa por GRAN TIBIDABO, Port Aventura. Cuatro meses en Brians, y los desaparecidos 30.000 millones de 9.000 ahorradores inician el eterno sumario que acaba en 2008 con un pacto entre las partes. Tres años y medio de cárcel (código viejo y tercer grado) para Javier de la Rosa. Excelente negocio para estafadores y juristas. José Aureliano Recio no apareció en una estafa de la que obtuvo exagerados pero legales beneficios, ni tampoco en las varias de KIO donde su sueldo igualaba el de los grandes banqueros. Ver dos de las muchas publicaciones y libros de referencia en www.lagrancorrupcion.blogspot.com
Creía que andaban jubilados. ¡Pero no! tienen su Bufete, Solchaga Recio & Asociados, y ¡cómo no podría ser menos! tramitando subvenciones. A Paula no creo que por peso específico le fuera necesario acudir a “clásicos conseguidores”, pero es bueno repartir, y además en Madrid puede ocurrir, y ocurrió, que por una tontería (la solvencia de la sociedad) se le negara.
Que los dos pertenecen a la ÉPOCA DEL PELOTAZO no tiene vuelta de hoja, pero si Magdalena Álvarez y su Jefe en Hacienda Josep Borrell se presentan al cómodo sillón del Parlamento Europeo, sus correligionarios, y máximo JEFAZO Y MINISTRO, no tenían porqué retirarse tras aquella feliz época, máxime cuando las cifras actuales la convierten en una excursión de boyscauts.
Una modesta cifra, 10 millones de euros, que ante la avalancha de detenciones por esos ayuntamientos de Dios, no merece interés mediático, pero si la Justicia ya “fila tan prim” (hila tan delgado) que alcanza los trajes del Presidente Valenciano, debe ser que el Estado de Derecho por fin nos alcanza a todos. A mi me alcanzó hace treinta años cuando un juez, Ezequiel Miranda de Dios, con piso de Juan Piqué Vidal (más que abogado alter ego de Javier de la Rosa), decretara mi prisión. La primera de las grandes subvenciones al Socialismo de Narcís Serra.
Publicar un comentario
<< Home