El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

22 abril 2009

El columpio



Comenzó Griñán en la cumbre, con palabras nuevas que hacía mucho tiempo que no se oían en la tribuna del Parlamento en labios de un líder socialista. Anunciaba Griñán un gobierno que no sea «ni sectario ni soberbio», prometía una forma de gobernar «con responsabilidad, con humildad»; soñaba con construir «una sociedad crítica y educada» de valores tradicionales como el esfuerzo y el trabajo; hablaba de «respeto a la ideas de los demás, porque no hay ideas que supongan superioridad moral»; de una «neutralidad exquisita» con los medios de comunicación, «sin ventajismo», de asumir y respetar la crítica; proclamaba la primacía del sector privado como sustento y alma del sector público… Y lo decía, además, con hechuras de parlamentario, correcto en la expresión (nada de equivocaciones), correcto en las formas (nada pretencioso), y correcto en el tono (nada mitinero).

¿Triunfó, por tanto, Griñán en su primer discurso del debate de investidura? Pues no, ésa es la cuestión. El problema esencial de Griñán es que no llega a la Presidencia con el beneficio de la duda. Quiere decirse que el mismo discurso que ayer hizo en la tribuna Griñán lo llega a hacer el candidato de otro partido y hoy no tendríamos duda alguna de que la Junta de Andalucía iniciaba un profundo cambio. Pero es Griñán quien lo dice, o sea, la misma persona que estaba ya en la Junta de Andalucía hace 27 años y el mismo político que jamás se le oyó diferir de la soberbia, el sectarismo y los abusos de su antecesor. Ningún reproche a Chaves, ni en público ni en privado, en todos estos años.

«Quiero representar el cambio», dijo al empezar. Pero no, a pesar de lo bien que suenan sus palabras, la Presidencia de Griñán nace con el lastre de que sólo le servirán las acciones, no las promesas. Griñán no tiene, no puede tener, el beneficio de la duda. Los principios que fue enumerando ayer, el talante que desplegó, es incontestable. Pero, después de 27 años, a Griñán ya no le valen sólo los principios, es urgente que lo demuestre.

Fijémonos, por ejemplo, en dos detalles esenciales de cualquier política que pretenda transformar Andalucía: economía y educación. Sobre la primera, Griñán afirmó lo siguiente: «Sin la concertación social, la crisis económica en Andalucía sería más grave y la fractura social más profunda». ¿Dónde está escrito que la concertación social haya sido clave de ningún progreso económico? No existe ni un solo estudio que avale que los miles de millones que se han destinado a la concertación social hayan creado empleo per se; ni un solo puesto de trabajo estable que no se hubiera creado sin concertación social. La previsión de Unicaja es que Andalucía acabe este año con el 27 por ciento de paro, ¿de verdad que podría haber sido peor? Pero, si vamos a peor, si hace veinte años el desempleo aquí era del 25 por ciento...

Y la educación, su gran apuesta. Dice que la educación define la altura de una sociedad, que es la educación la que crea una sociedad activa, ciudadanos críticos, independientes, libres… Sí, todo eso ya lo sabemos, pero por qué Andalucía es la comunidad con más fracaso escolar de España y de Europa. ¿Cómo se ha llegado a eso, cómo se corrige? ¿Con las mismas políticas que lo han provocado envueltas en palabras nuevas? No, claro, tendría que ser con las políticas contrarias, o por lo menos distintas, a las que han conducido al fracaso, pero Griñán lo que hizo ayer fue ensalzar la política educativa de la Junta.

Con esa dudas, se agotó el discurso. Griñán, es verdad, nos ahorró el disgusto de anunciar la Tercera Modernización. Pero no es bastante, le falta aterrizar. Y ahí comienzan los problemas. Como dijo uno de los grandes filósofos contemporáneos, «como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra se acaba la diversión». Lo dijo Mafalda al bajarse de su columpio. Y si no se ha comparado antes la tribuna de un Parlamento con un columpio es porque no habíamos caído que, en realidad, se trata de una metáfora perfecta.

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1 Comments:

At 22 abril, 2009 19:26, Blogger Panduro said...

Después de 30 años gobernando, resulta que el cambio ¡también son ellos!

 

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