Memoria
«¿Conoces Baena? Es una preciosa ciudad sobre un cerro». Nada más comenzar su relato, intento imaginar la ciudad, las casas blancas que suben desde la colina hasta la cumbre, irrumpiendo en una llanura de olivos. «En lo alto de la colina vivían los señoritos, y en la zona baja, casi en la ladera, la gente más pobre. Los hombres buscaban un jornal de miseria en el campo; las mujeres trabajaban de criadas en casas de los señoritos, a veces por un huevo duro como pago. Tanta hambruna... Algunos gobernadores de la República habían advertido en sus informes que la situación era insostenible. En las casas de abajo, las mujeres veían a sus hijos morir de hambre mientras cuidaban de los hijos de sus señores».
Cuando estalló la guerra, Baena se partió en dos. Los republicanos, ante el avance de los nacionales, encerraron en una Iglesia a todos los ricos del pueblo. A sus familias y a sus amigos. «Frente a ellos, desde la ladera, avanzaban las tropas fascistas como una apisonadora. Ganaban terreno por aquel cerro como si estuvieran en una cacería de conejos, la gente abandonaba sus casas y corría delante de los fusiles hasta que todos se concentraron en lo alto del pueblo, en la plaza».
Lo contaba y he querido parar el relato. Al menos un instante. Detener ese momento de acoso, de desolación, cuando los republicanos han encerrado a los ricos del pueblo, a sus familias y amigos, en una Iglesia. Los han dejado allí tirados, en el mármol frío de la Iglesia, rezándole a santos mudos, respirando el aliento rancio de la madera de los bancos, del incienso prendido en las paredes. Y en la plaza, agrupados como un rebaño, aquella pobre gente que ya no tiene hambre porque el miedo les ha cerrado el estómago con un nudo de angustia. Nadie, ni en la Iglesia ni en la plaza, ni ricos ni pobres, sabe responder a la única pregunta «¿Qué será de nosotros».
Al caer la tarde, debió sonar la primera ráfaga. En la plaza o en la Iglesia. Luego un estruendo y, después, silencio. En la plaza, dos mil cadáveres. Fusilados. En la Iglesia, hombres, mujeres y niños, muertos y descuartizados. Ricos y pobres, todos muertos.
Asisto sobrecogido a su relato porque quien lo cuenta es una de las personas más reconocidas de Izquierda Unida. Hablábamos de la Ley de Memoria Histórica que ha aprobado el Gobierno y que defiende con ardor con Izquierda Unida. Hablábamos, y ha esperado a que acabara la obviedad de los lugares comunes, para contar que su familia, toda su familia, estaba aquella tarde en el cerro de Baena. En la Iglesia, no en la plaza. «Los republicanos también cometieron crímenes y atrocidades. Me subleva que se diga lo contrario. La diferencia es que, mientras que los asesinados en la Iglesia, como mi familia, recibieron toda clase de honores, a los que asesinaron en la plaza los humillaron y los olvidaron. Y ahora merecen ese reconocimiento».
Quien ha convivido con esa tragedia huye espantado de los excesos, de la manipulación, de la frivolidad, de la venganza. Sólo existe una ley capaz de cicatrizar la memoria herida: «Paz, Piedad y Perdón».
8 Comments:
Estimado Caraballo: tengo 44 años y en mi familia apenas se hablaba de la guerra y eso que tuvimos un muerto, como casi todos los españoles.Cuando murió Franco tenía 14 años, por consiguiente me he educado política y emocionalmente en democracia. Así, yo reivindico que se conozca "toda la verdad hsitórica" y que los españoles de hoy sepamos todas las virtudes y defectos de los españoles de entonces, sin mangoneo de políticos que sólo pretenden establecer una moral e identificar a la derecha con los malos y a la izquierda con los buenos.
La razón por la que el PSOE se queda corto en la Ley Memoria Histórica es bien fácil: muchos de los socialistas que están ahora en el machito son hijos de los falangistas del Régimen.
Lo peor es la pretensión de 'revival' de una la situación de hace 70 años. Así, los votantes del PSOE et al serían todos herederos directos de aquellos republicanos, y los del PP de los nacionales.
Por lo visto, aquí no pasa el tiempo y las tendencias políticas se transmiten genéticamente. Esto es como la película aquella del día de la marmota, al que se le sumara además una maldición bíblica que nos hace cargar con las desventuras de nuestros abuelos. ¡Desgraciado país!
Ea, pues ya te ha intentado colar dos bolas –la mentira es un arma revolucionaria, reza el viejo adagio marxistas- en un momento. Ni lo de los bandos se distribuye así tan alegremente entre ricos y pobres ni toda la gente que murió a manos de los republicanos tuvo reconocimiento por parte de los franquistas. Vamos, que los hay que ni saben siquiera dónde está el cuerpo de su familiar. Pero la diferencia es que ésos –igual que otros muchos izquierdistas menos manipulables- no andan hoy revolviendo sus tumbas para tirárselos a los otros a la cara.
Y tu amigo éste de IU, ¿va a impulsar, por ejemplo, el esclarecimiento del asesinato del dirigente del POUM Andreu Nin, secuestrado, torturado, despellejado vivo y finalmente fusilado por los queridos camaradas de la Komintern, con pleno conocimiento no ya de miembros del PC –que estuvieron presentes- sino de ministros del propio gobierno? ¿Van a explicarnos alguna vez adónde nos llevaban y por dónde se pasaron una y otra vez la propia legalidad republicana los seráficos gobiernos y partidos izquierdistas y nacionalistas, ya desde el mismo año 31? ¿O tal vez nos contarán por qué Churchill rehusó prestar cualquier ayuda a la España republicana arguyendo que nuestro país se encontraba en plena fase Kerensky, previa a la revolución comunista?
Más les valdría a estos politicastros del guerracivilismo aprender un poco de la parte más noble y sensata de nuestras izquierdas, como Besteiro. O de Melchor Rodríguez, trianero encima, que a ése sí que había que ponerle una calle en Sevilla y está hasta sin biografiar (ah, la universidad pública: ¿para qué servirá?). O de Félix Schlayer , nuestro Schindler, encargado de negocios de la embajada noruega, que no dudó en jugarse la vida y la carrera con tal de salvar seres humanos en medio de la locura de aquel tiempo de los totalitarios y de los asesinos. Fíjense qué película saldría de ahí si los titiriteros, en vez de pastar en el presupuesto, vivieran realmente del público que voluntariamente quisiera pagarle una entrada.
No, a mí desde luego no me parece que exista un ápice de buenas intenciones en quienes, setenta años después de aquella tragedia, se empeñan en resucitarla. Si fueran campañas privadas, promovidas por los propios familiares, lo vería de otra manera. Pero esto de que lo hagan los políticos para sus fines partidarios, usando el BOE y con el dinero ajeno, no lo trago. Yo cuando se murió Franco llevaba babero y había hecho poco más que berrear montada en un carrito.
Pero, ya que se empeñan, supongo que lo último que habrá que hacer es arrugarse maricomplejinescamente. Será cuestión de contraatacar y de decirles bien alto aquello que tan pacientemente les llevan diciendo desde ya hace años los amigos de Batiburrillo: toma memoria histórica ... para todos .
Que los políticos dejen en paz la Historia. Que dejen de usar nuestro dinero para malmeternos a unos con otros. Hombre, que cualquier día se van a estar acordando de Viriato en vez de mirar hacia el futuro.
O que la hagan con todas sus consecuencia o que se estén quietos de una vez. Yo estoy en contra de esta moviola, pero respeto más la postura de Llamazares que la del presidente. Hacer una ley de la Memoria Histórica para terminar dando un diploma a los "rememorados" es una prueba evidente de la perversidad del personaje. No busca más que el fantasma del voto.
Encima, parece que funciona con pilas Duracell, como el conejo presuntuoso ese que dura, y dura, y dura…¡Qué coñazo!
Canalsú, ¿y qué te crees tú que buscan el matasanos castrista y su patulea sino los votos?
Cien millones de muertos los contemplan. Y ahí están los tíos, sin inmutarse. Menosmal que ya los vamos conociendo.
Mónica, mujer, yo hablaba de respeto a Llamazares por la coherencia. Otra cosa es que hasta los sarpullidos son coherentes. Cuando aparecen, lo hacen a la limón y sin que nos entusiasme en demasía.
Señor Caraballo, mi familia son procedentes de Baena,tambieén me apellido Caraballo.Yo,fruto de la inmigración de mis padres, nací y me crié en Barcelona y solo he ido a Baena en algunas gratas vacaciones.Dada mi juventud(nací en 1970), al preguntar a mis padres y abuelos del alzamiento y esos días de guerra, siempre me esquibaron mis preguntas, sin duda avergonzados de lo que el hombre es capaz de hacer entre amigos, vecinos y familiares.Gracias por explicar lo que paso en el "pueblo"
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