Derroches
Un buen amigo llamó ayer alarmado al periódico para dar una noticia que le parecía escandalosa: La ministra de la Vivienda, María Antonia Trujillo, vino a Sevilla para que la entrevistasen en Canal Sur y se hospedó en el hotel más caro y lujoso de la ciudad, el ‘Alfonso XIII’. «¿Con qué cara puede pedir esa señora que los españoles vivan en pisos de 30 metros cuadrados si el ejemplo que ella ofrece es el de gastarse 37.000 euros en un despacho de estilo zen y alojarse en los mejores hoteles de España?»
Ante estas preguntas, claro, más que contestación lo que se impone siempre es el asentimiento, no sea que cualquier disculpa de la ministra acabe revolviéndonos a todos en el mismo saco. Aún así, espetó: «Y no hay disculpa que valga, porque tanto si el hotel se lo ha pagado Canal Sur como si lo ha pagado el Ministerio, el dinero siempre sale de los mismos idiotas». Ya al rato, llamó de nuevo, para afirmar su cabreo: «¡Y no hay habitaciones en ese hotel por debajo de los 500 euros la noche! De ahí, para arriba, hasta 1.500 euros...»
Podrá pensarse, en fin, que el cabreo es el estado natural de los ciudadanos con respecto al Gobierno –piove, porco governo– y que, por tanto, no hay que darle mayor trascendencia a estas cosas. Que sacar de quicio una noticia así, es caer en la demagogia. Sí, es verdad, y la disculpa sería válida si la lujosa noche de hotel de la ministra Trujillo fuese una mera anécdota. Pero resulta que cuando el personal se cabrea es porque lo que se ve a diario en la gestión del dinero público es un desprecio absoluto por la austeridad. Como diría otra ministra, Carmen Calvo, «estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie».
La distorsión, por tanto, no está en la indignación que estas noticias despiertan en los ciudadanos sino en lo contrario, en la normalidad con la que se acogen estos detalles en la clase política. Que tiene que llegar un momento, en fin, en el que las administraciones se enfrenten a estos despilfarros, pequeños y diarios, con la misma contundencia con la que se pretenden afrontar los grandes casos de corrupción.
¿Por qué vamos a tener que asumir que nunca jamás oiremos anunciar a un gobernante la supresión de cargos de confianza, la simplificación de la enorme trama de burocracia política, de órganos que se solapan sobre consejos y consejos que suplantan a comisiones? ¿Por qué debemos renunciar a esta lógica, que es la lógica de austeridad que se impone en cada empresa, en cada casa? ¿Por qué tenemos que asumir que Andalucía gaste en televisión pública, en esa televisión pública, 180 millones de euros cada año? ¿Por qué? Y los coches oficiales, y las comidas, y las dietas... ¿Y las diputaciones, dios mío, existe mayor despilfarro?
Que no. La lujosa habitación de hotel de la ministra Trujillo no es anécdota sino símbolo de una forma de gobernar. Hoy mismo vuelvo a llamar a mi amigo. En su cabreo está el futuro.
7 Comments:
¿Sabéis que el ínclito delegado de cultura del ayuntamiento de Sevilla, Juan Carlos Marset ha estado también en la feria internacional del libro de Guadalajara (México)?
¿En calidad de qué fue allí?
¡Sorpresa! ¡Como ponente/representante de los filósofos andaluces! A ver quién es capaz de encontrar un libro escrito por tan insigne filósofo. Se admiten apuestas.
Otra cosa: preguntad por la macrofiesta organizada por la Junta en el hotel Hilton de Guadalajara.
Luego nos dicen que eso es el chocolate del loro ¡Joputa loro, cómo vive! Lástima de gripe aviar.
Genial, Aguaó. El problema ya no es el gorroneo, sino que lo grave es el cartelito que le habrá dejado este polló a los filósofos andaluces. Vaya mierda de filosofos que hay en Andalucia, diran los mejicanos....
A todos los dispendios que cita Javier Caraballo, yo también añadiría el dineral gastado en propaganda: cuñas de radio y televisión, anuncios en periódicos y, sobre todo, esos pedazos de folletos editados a todo lujo.
¿Alguien conoce a cuánto asciende el consumo de este otro loro?
Imposible de calcular, Panduro. Si algún día se hicieran esas cuentas en España habría una revolución, con la gente quemando delegaciones provinciales como se quemaban antes los conventos.
Hombre, anónimo, me acabas de dar una idea. Ahora que a primeros de año por fin me voy a hacer contributor, les voy a pedir a los del Juan de Mariana –que eso sí que es un think-tank liberal de verdad y no la FAES, porque a diferencia de ésta, aquellos por principio no aceptan ningún tipo de subvención ni pública ni de partidos políticos- que a ver si se pueden marcar un estudio en el cual se intente calcular en cuánto se quedaría el chiringuito si se dedicase a lo único a lo que se tiene que dedicar para un liberal no ancap: seguridad, justicia, defensa, si acaso algunas infraestructuras y muy poco más.
Figúrense qué pasaría si un día se acabase todo este cachondeito de tener mil y un tribunales de no sé qué para colocar a liberados de los partidos acá y allá; de tener una serie de concejales apesebrados a tiempo completo; de tener que estar pagando con el dinero que se nos saca del bolsillo a los ciudadanos a partidos políticos, patronales, sindicatos, asociaciones de tal o cual, cámaras de comercio absurdas, televisiones públicas, rectores de universidad pública que escriben terceras sin que nadie les pregunte por qué mienten en ellas, si no saben qué es eso del paradigma austríaco y si todavía o se han enterado de por qué se cayó el Muro.
Como dijo el economista francés Frédéric Bastiat, “la gente empieza a darse cuenta de que el aparato del gobierno es costoso. Lo que aún no ven es que el peso recae sobre ellos”. Pues habrá que hacérselo ver, digo yo.
Otro mundo es posible sin el pilla-pilla presupuestario.
¡Horteras,envidiosos!
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