Hungry
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El informativo de la radio ofrece en Sevilla una noticia singular. Dice el periodista: «Y en la agenda de la jornada, comienzo del curso universitario y convocatoria de las dos primeras barriladas (botellones), el jueves en Charco de la Pava y el viernes en Reina Mercedes». El mismo día, por la noche, un catedrático de Física, Luis Rull, presenta en una conferencia a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Y dice Rull: «Me gustaría recodar una gran frase de Steve Jobs, fundador de Apple, en su discurso en la Universidad de Stanford, frase que repetiría a cualquier joven en la situación de nuestro primer protagonista: ‘Stay hungry, stay foolish’, que, traducido en el sentido que le da el gran genio de la informática, quedaría así: ‘mantente hambriento, mantente osado’. Nuestros jóvenes deben aspirar a la mejor formación, a las mejores oportunidades».
La disposición de las noticias tiene esta magia que hace inevitable las comparaciones. Periodismo subliminal no buscado, porque, al final del día, uno se acaba preguntando cuál sería el lema de Steve Jobs si se hubiera educado en ese ambiente de botellonas. ¿De qué tienen hambre nuestros universitarios? Sin caer en chistes fáciles (más que hambre, los universitarios andaluces lo que tienen es mucha sed), sigamos la experiencia de vida de uno de los principales artífices de la revolución informática, acaso la mayor revolución de todos los tiempos.
Steve Jobs es hijo de una estudiante universitaria que, al quedarse embarazada, decidió tener a su hijo y, luego, entregarlo en adopción con una sola condición: Que los padres de acogida fueran universitarios. La petición de la madre biológica se truncó en el último instante y Steve se crió en el seno de una familia de clase media, un empleado de ferrocarril que se esforzó porque su hijo pudiera llegar a la Universidad. Ingresa en universidad de Portland, pero sólo puede asistir seis meses a clase por el alto coste de los estudios. Sin embargo, continúa asistiendo como oyente a aquellas clases que le interesaban, como caligrafía. Los apuros económicos se los sacude con trabajos ocasionales, programador de videojuegos o recogiendo cosechas en una huerta de Oregón.
Cuando años más tarde le preguntaban por sus orígenes, Steve Jobs recodaba su lema de estudiante (‘Stay hungry, stay foolish’) y concluía que, al final de la vida de una persona, cada circunstancia se va uniendo como una línea de puntos: El deseo de su madre biológica de que su bebé se criara en un ambiente universitario, el espíritu de esfuerzo de su padre ferroviario, las clases de caligrafía que le sirvieron para diseñar la tipografía del primer Mac y el trabajo en una huerta, que le dio el símbolo de su imperio, la manzana.
Inicio del curso universitario en Sevilla. Si lo piensan, el problema no son las barriladas, el problema es que, uniendo los puntos que van dejando encuestas y estadísticas (fracaso escolar, crisis de autoridad y disciplina, botellones, récord de consumo de cocaína), aparece un perfil muy reconocido; mírenlo, ésa es la silueta del fracaso.