Germán
Está bien imaginar qué hubiera ocurrido si un personaje como El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, hubiera visitado una universidad española en vez de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Cómo se hubiera desarrollado todo si, por ejemplo, lo hubiera invitado el Gobierno andaluz a la Universidad de Córdoba o de Granada, a uno de esos actos de la Fundación de las Tres Culturas. ¿Habría alguien capaz de estamparle las verdades del presidente de la Universidad de Columbia? Allí, delante de los alumnos, en su cara, “usted tiene todos los signos de un dictador cruel y mezquino, y cuando viene a un sitio como éste se le ve simplemente más ridículo". Y después, se retira uno, le cede el micrófono al presidente iraní para que hable y se someta a las preguntas del auditorio. Y el resultado es que, en efecto, el dictadorzuelo fundamentalista se empequeñece, embutido en su estrechez, y se queda desnudo, ridículo, ante la carcajada de todos.
¿Cree alguien que esa lección de democracia se hubiera dado en España? ¿O le hubieran invitado a un banquete de soufflés, esos que se cocinan con la melaza idealizada de Al Andalus? Todos mirando para otro lado; que nadie tense el ambiente diciéndole a la cara que es inaceptable un Estado como el iraní, una república teocrática que arranca a latigazos la piel de las mujeres que no se visten como manda la ley islámica; que ahorca en la plaza a los homosexuales; que detiene a los jóvenes que, como en agosto pasado, sean sorprendidos escuchando rock, “música satánica”.
Esta tarde llega a Sevilla el cadáver de Germán Pérez de Burgos, el soldado asesinado por el terrorismo fundamentalista islámico en Afganistán. Sucede a menudo que, cuando atraviesa España una tragedia así, las palabras más sensatas se oyen en labios de los familiares de la víctima. Como ahora: “Germán se marchó ilusionado a Afganistán y ha muerto en la profesión de su vida, servir a su país”. Era costalero en Sevilla, costalero de una religión que alcanza su modelo de tolerancia en la Semana Santa andaluza, y paracaidísta del Ejército español, en lucha contra quienes hacen del Islam una amenaza para la humanidad. En sus dos pasiones, Germán lo resumía todo.
Qué gran homenaje sería que hoy, cuando su cuerpo llegue a Sevilla, los suyos encontraran a una sociedad orgullosa de un tipo que dio su vida por defender los derechos y la libertad de un pueblo oprimido; que murió en la guerra más importante a la que el mundo civilizado ha tenido que hacer frente desde 1949; que murió dando la cara por que los hijos de las mujeres afganas, como las iraníes o las saudíes, puedan criarse como el suyo, que ya sólo le conocerá en el álbum de fotos. Qué pena, Germán, que hayas muerto en defensa de una civilización que anda ciega, con los ojos llenos de arena aquel desierto, perdido entre guerras preventivas y alianzas de civilizaciones. Descansa en paz, que los tuyos conserven intacto el orgullo de tu memoria.
Etiquetas: Alianza de Civilizaciones, Guerra de Irak, Islamismo
1 Comments:
Caraba, magnífico el de hoy, el del huevo duro, a ver si se van enterando. Le han invitado a mi padre a un foro sanitario este fin de semana en Sevilla y es que pasa total de una foto con Arenas, el niño de Olvera.
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