El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

01 julio 2007

Miguelín


Volaba Miguelín por las carreteras, desde Valencia hasta Algeciras, desde Madrid a Sevilla, con su flamante bólido italiano, un De Tomaso rojo con las ruedas anchas. Se lo compró en Málaga, un deportivo bajo, achatado, y recorría la carretera de la costa a tal velocidad que que, cuando miraba por la ventanilla del coche, los árboles de la carretera pasaban de tres en tres, como manojitos de boquerones.

Esa imagen de Miguelín, Miguel Mateo, un toreo mítico de Algeciras al que mi amigo Juan José Tellez le dedicó hace unos años una biografía, es uno de los grandes retratos, uno de los más cinematográficos, de la Andalucía de los sesenta. El torero de fama que recorre la costa en su coche de lujo, un Mercedes, un Chevrolet Corvette, un Lamborghini. Seguramente, al pie de la carretera, una cuadrilla de segadores lo vio pasar, y dijeron ‘míralo, cómo va de rápido, más ligero que cuando se va del toro despuésde las banderillas’. Y siguieron al tajo, con la espalda quebrada, cortando espigas con la hoz. Al fondo, un cortijo de paredes blancas. Una mujer de negro sale del caserón y se ha ido a reñirle a los hijos, que se tiraron a la alberca en calzoncillos y nunca ven la hora de salirse. En el cobertizo, a la sombra de una parra, ya está majado el gazpacho.

El mismo paisaje y los mismos años, el final de los años sesenta, cuando dos aviones de los Estados Unidos, un bombardero y su nodriza, se chocaron en el cielo de Almería. Murieron varios soldados. Fue el 17 de enero de 1966. Cayeron cuatro bombas más potentes que las de Hiroshima. A Dios gracias, no llegaron a hacer explosión. Dos de aquellas bombas fueron recuperadas intactas y dos liberaron parte de la mortífera carga nuclear. Hace cuarenta y un años de aquello y es ahora, estos días, julio de 2007, cuando se ha acabado el primer análisis detallado de toda la zona afectada por el desastre nuclear de Palomares. Ahora, 41 años después. Esto es Andalucía. Ni siquiera hace falta recordar a Fraga, con el meyba azul, bañándose en la playa de al lado.

Andalucía. Será que estas cosas sólo pasan aquí; será que nos acaban definiendo el carácter. No ha ocurrido nada en Palomares porque nada ocurrió. Por fortuna. Sólo por eso. Y lo aterrador, tantos años después, es este zarpazo del tiempo, que nos devuelve a una tierra subdesarrollada. Como si volviera el pasado, como si no hubiésemos salido de él. Andalucía de los sesenta, Andalucía de Miguelín. Palomares, bases militares, cementerio de El Cabril. Gibraltar, toreros, el turismo de la costa y trabajadores en paro de la Bahía. Refinerías del Estrecho y polos químicos de Huelva. Tomates en el gazpacho, paredes blancas y un deportivo corriendo por las carreteras.

«Y pasaban los árboles de tres en tres, como manojitos de boquerones». Es la vida la que pasa así. En Andalucía. Sin darnos cuenta. Sin que pase nada. Siempre es ayer; mañana es la espera.

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1 Comments:

At 02 julio, 2007 14:59, Blogger Híspalis said...

Estimado amigo: he rendido un pequeño homenaje a nuestros amigos: http://sevilla-justa.blogspot.com/2007/07/las-farolas-del-puente-de-san-telmo.html

 

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