Chuletas
El Consejo de Gobierno de la Universidad de Sevilla se reunió a principios de curso y se puso manos a la obra con una ardua tarea: regular los exámenes. «Normativa reguladora de la evaluación y calificación de las asignaturas». Antes de seguir, detengámonos aquí. Vamos a ver, es muy probable que desde la Academia de Platón el método de la enseñanza no haya variado en lo sustancial: una persona docta imparte enseñanzas a un grupo que atiende y estudia para adquirir conocimientos. No sé en qué momento exacto de la historia aparecieron los exámenes, pero, bajo la apariencia que fuera, en algún momento, de alguna manera, al final del proceso el alumno siempre ha debido demostrar que ha sido diligente en el estudio y que posee los conocimientos precisos para que se le comience a tratar, a él también, como una persona docta, como un maestro. Esto, en fin, parece elemental. Enseñanza, estudio, evaluación. Tan elemental como que durante todo ese proceso de transmisión de enseñanza hay dos niveles distintos de responsabilidad, el de quien posee los conocimientos y el de que desea adquirirlos. También esto debe estar en los anales de la educación: mientras se imparte la enseñanza existe un predominio amplio del profesor sobre el alumno, sometido, como algo natural, a un deber de obediencia.
Evidente, ¿no? Pues no. Lo primero que llama la atención del empeño de la Universidad de Sevilla en regular los exámenes es que, sutilmente, las diferencias anteriores van desapareciendo, se desdibuja el predominio del profesor sobre el alumno y aparecen los dos en el mismo plano. Un solo ejemplo servirá: ¿qué cree usted que ocurre cuando un profesor descubre a un alumno copiando en un examen, con el libro de historia abierto entre las piernas, los bolsillos llenos de chuletas de Física o con los brazos tatuados de fórmulas algebraicas? Si piensa que, acto seguido, el profesor expulsa al alumno del examen y lo suspende, está equivocado. Al menos, en la Universidad de Sevilla esa lógica académica ya no funciona. A partir de ahora, ante una situación así «los estudiantes involucrados en las incidencias podrán completar el examen en su totalidad» (artículo 20 de la normativa). De momento, pues, no los expulsan de la clase. Tampoco el suspenso está garantizado. Los profesores deben comunicar lo ocurrido a la Comisión de Docencia del Departamento, con copia al alumno afectado. Es importante, además, que en el escrito el profesor incluya cualquier «objeto material involucrado en la incidencia». La chuleta, o sea.
Hasta ahí la normativa. Cabe imaginar que el alumno podrá defenderse ante la Comisión de Docencia, y que habrá quien valore positivamente que pudo terminar sin chuletas y hasta pedirá que se puntúe el esfuerzo de sobreponerse a la incidencia, ante el resto de la clase, y no haber caído en el desánimo. La conclusión final no puede ser insensible a la realidad que nos rodea: ¿tiene sentido suspender a un alumno por el mero hecho de copiar un examen?
Etiquetas: Educacion, Progresía, Universidad
2 Comments:
Hombre ...esto tiene su aquel... parece un poco de guasa andaluza no?
Yo creo que tiene sentido del humor. Ves al estudiante con el libro abierto, le dices siga, siga Vd... anotas la incidencia y luego le pones un 0.
Al menos has logrado que de escribirlo se aprenda el tema del examen...míralo como un castigo al listillo...:DDDD
No me había fijado en la foto...buenísima...como tengas que añadir la prueba del delito...
Publicar un comentario
<< Home