El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

21 diciembre 2009

Calentamiento global



En la cumbre sobre el calentamiento global, lo normal era que el personal acabara yéndose de putas. Que las discusiones sobre el calentamiento global pueden ser alambicadas, espesas y difusas, y frente a eso, lo que nadie pone en duda es que ha sido el calentamiento global de la entrepierna el que ha mantenido en vilo a la humanidad a la largo de toda su historia. El calentamiento del clima existirá o no existirá, será fruto de la evolución natural de tierra o estará provocado por la contaminación, acortará las estaciones del año o las ampliará, todo eso se puede debatir, pero el otro calentamiento, el calentón propiamente dicho, es evidente y constatable todos los días del año. Por eso, en la cumbre del clima de Copenhague el ayuntamiento ha lanzado una campaña, no contra los hábitos contaminantes de los congresistas, sino contra sus prácticas sexuales. “Sea sostenible. No compre sexo”, rezaban las postales distribuidas en los hoteles y en las salas de reuniones.

Lo que pretendían evitar es que, después de las jornadas de trabajo, los congresistas se fueran directos a los burdeles. “Cada vez que hay una cosa de estas en Copenhague, trabajamos como locas porque los políticos necesitan relajarse después de un largo día de reuniones”, afirmó Miss Dina, una de las portavoces del gremio de prostitutas de Dinamarca. Ella como todas las demás están muy cabreadas con el Ayuntamiento, no sólo porque les ha chafado el negocio, sino porque ha dado una imagen de ellas que no se corresponde con la realidad. En Dinamarca, la prostitución es legal y está regulada como un trabajo más, con lo que muchas mujeres que se dedican a eso libremente, sin coacciones. Y como Dinamarca es un país sensato, con una arraigada cultura democrática y una sociedad que se siente protagonista, las putas le han dicho al gobierno que su obligación es perseguir la explotación de la persona, hombre o mujer, ya sea en la prostitución o trabajando ilegalmente en un pesquero, y que se deje de paternalismos. Esta frase de Susanne Möller, del sindicato de prostitutas, merece un cuadro: “Preferimos tener derechos a que nos salven”.

Con esas convicciones democráticas y, sobre todo, con el convencimiento de que el calentamiento global del hombre no tiene límites, las prostitutas de Copenhague han desafiado al Ayuntamiento durante la cumbre con una oferta irrechazable: un polvo gratis a cada congresista que se acerque al burdel, sólo tenían que mostrar la credencial y una de las odiosas tarjetas represivas, paternalistas, que ha distribuido el Ayuntamiento. La contra campaña ha tenido tanta fuerza, tan contundente ha sido la respuesta de las prostitutas contra la moralina paternalista (Möller se rebeló contra el tópico de mujeres que venden su cuerpo, “yo no vendo mi cuerpo, simplemente vendo un servicio sexual”), que ya entre los propios concejales se detectan disidencias: “hubiera sido preferible conformarse con salvar el clima”.

Como era de esperar, al final la cumbre se cerró con miles de horas de reunión, un alboroto inmenso por el caos organizativo de la ONU y las estrategias de los antisistema, y un texto final que dice lo mismo que se viene incumpliendo desde hace decenas de años. El debate más interesante sobre el calentamiento global es el que ha tenido lugar en los burdeles. Quizá porque, como nos susurraba al oído Marilyn Monroe, “el sexo forma parte de la naturaleza. Y yo me llevo de maravilla con la naturaleza”

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