El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

04 enero 2010

Blue moon




Dicen que llegaste con un suave contorneo de las caderas, que parecías el cantante de la orquesta que de pronto se baja del escenario y se adentra entre el público. Acaban de dar las campanadas de fin de año y, al verte llegar, todos se apartan al momento; la multitud se rompe en dos y se abre una grieta enorme para que sigas avanzando, un pasillo de gala lleno de confetis pegados al suelo por el que caminas cantando ‘Blue moon. You saw me standing alone’. Las muchachas te miran embobadas, con una copa de champán en la mano. Acababa de morir un año y, antes incluso de que hubiera expirado, has llegado, estás ahí, en el centro de todo. Dicen que silbabas ‘blue moon’, que parecías Rod Stewar con su pajarita desabrochada, elegante, rebelde e informal, como su melena imposible y la voz rota. Blue Moon, así llegaste.

Horacio, el poeta que le cantaba a la eternidad de cada instante, carpe diem, contemplaba los días como superficies compactas que se suceden unas a otras, que se desplazan formando una cadena que se extiende hasta el infinito. Y decía: «Un día empuja a otro y las lunas nuevas corren hacia la muerte». No será de extrañar, por tanto, que la luna azul se rodee de tanto misterio, que la contemplemos desde antiguo con miedo, con desconfianza, como si el halo azul que imaginamos la hiciera más poderosa que las otras, sobrenatural.

Dos lunas llenas en el mismo mes es un fenómeno que se repite varias veces en un siglo y, en contadas ocasiones, la segunda luna, la luna azul, coincide además con el final de un año. Blue moon. Se impone en el cielo para alumbrar con un destello azul el tránsito hacia otro año. Caminando despacio, mientras se oye silbar ‘blue moon’, atravesamos la frontera que divide el tiempo; al mirar hacia atrás vemos los días que han pasado, las hojas marchitas de un calendario, y la ficción de un tiempo nuevo nos hace pensar en una nueva oportunidad. Esa es la magia de un año nuevo, que podemos cerrar los ojos para soñar con un mundo mejor. Decía Borges que todos los poetas tienen la secreta obligación de intentar definir la luna. Lorca la imaginaba como una mujer solitaria, una mujer fatal que se pasea por la noche exhibiendo, «lúbrica y pura, sus senos de duro estaño». Pero Borges, acaso temeroso de su poder mágico y omnímodo, parece que no se atrevía a definirla. «Sé que entre todas las palabras, una/ hay que recordarla o figurarla./ El secreto, a mi ver, está en usarla/ con humildad. Es la palabra luna».

2010. Dos mil diez. Los ingleses no saben cómo pronunciar el nuevo año pero para nosotros, los españoles, es una cifra redonda, contundente. Blue Moon, así llegaste, envuelto en el halo azul de esa canción. «Luna azul. Ahora ya no estoy solo».

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