Infierno
La solidaridad es una de las primeras víctimas de la progresía. La liquidaron con el procedimiento de siempre; manoseada y trillada, primero se mutila, se acorta el concepto y luego se convierte en un mero fetiche. Solidaridad licuada, se diría, para usarla como perfume. Nada más. Porque, si se fijan, una de las características esenciales del pensamiento progre es que la solidaridad ya no tiene un carácter general, sino que, por definición, la humanidad se divide en dos, las personas que pueden ser objeto de solidaridad y las que no lo merecen porque el apoyo supone ‘hacerle el juego a la derecha’. No es la situación del individuo la que determina la solidaridad sino su pertenencia a uno de esos dos grupos.
Lo que ha ocurrido estos días con el poeta Gamoneda, por ejemplo. Primero se adhiere al manifiesto del castellano, porque, en efecto, le parece razonable que se apoye la libertad de los ciudadanos para educar a sus hijos en la lengua que deseen. No se trataba de defender el castellano, sino la libertad, que se sobrepone a todo, a cualquier otro debate. Gamoneda lo hizo, y, sin embargo, se desmarca ahora. ¿Por qué? ¿Ha cambiado la situación que merecía la solidaridad? No, claro, lo que ocurre es que ha debido reparar en que los ciudadanos que padecen la inmersión lingüística pertenecen al grupo de personas que están excluidas de la solidaridad. Ayudarlos, por tanto, es ‘hacerle el juego a la derecha’ y, ante ese dilema, carpetazo.
Lo mismo le ha pasado a Iñaki Arteta, el director de cine que, en vez de realizar películas sobre el ‘sufrimiento’ de los etarras, hace películas sobre el padecimiento de las víctimas. Lo último es un documental sobre las decenas de miles de ciudadanos vascos que tuvieron que emigrar porque no soportaban la tensión de levantarse, cada mañana, sin saber si a la salida le iban a pegar dos tiros. O porque está harto de que en la carnicería le vuelvan la cara; que en el parque lo miren fijamente mientras su hija pasea en un columpio; o que tenga miedo de guardar el vehículo en el garaje de la comunidad porque está seguro de que algunos de sus vecinos son informantes de ETA.
Sobre ese exilio del miedo, sobre esos exiliados del terror, ha hecho Iñaki Arteta un documental y ahora, después de que le hayan negado cualquier subvención en el Gobierno, después de que muchos artistas e intelectuales le hayan dado la espalda, pide ayuda para que la película puede exhibirse en los cines de toda España. Y dice: «Cualquier tipo de colaboración será bienvenida. Una de las maneras de cooperar más efectivas en una sociedad hipermediatizada como la actual es conseguir que se hable de la película. Hablando, escribiendo, bloqueando…»
La película se llama ‘El infierno vasco’. Están pidiendo nuestra solidaridad. Vamos. Que la indiferencia y el olvido, la equidistancia y el desdén, ese mundo de solidaridad interesada, es el peor infierno al que se puede condenar a las víctimas de ETA. Parafraseando a Gamoneda, «tu indiferencia es como un cuchillo delante de mi rostro».
Etiquetas: País Vasco, Progresía, Terrorismo
1 Comments:
La auténtica solidaridad es para con todos y busca el bien de todos desde como están, como último objetivo; si fuese para sólo una parte, necesariamente el proyecto que uno apoyase o el bien que buscase, sería superficial, carecería de profundidad, y uno buscaría en ello algo para sí mismo, aunque sólo fuese una gratificación emocional.
Si uno comienza pensando en hacer el bien de verdad a alguien, por encima de los propios intereses, ese amor se hace necesariamente universal.
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