Celia
Celia vive con una pena que la está matando: ha abandonado a sus hijos y, por más que los busca, no consigue encontrarlos. Siempre ha querido ser una buena madre, sobre desde todo desde que se murió su marido. Ella fue la primera que se secó las lágrimas, delante mismo del ataúd abierto, cuando las vecinas la empapaban de lágrimas de plañidera, sacó su pañuelo blanco y le salió del alma un suspiro, un alarido de pena que sonó con un estruendo de punto final. Le habló por última vez a su marido muerto para jurarle que sacaría adelante a sus tres hijos. «Mírame desde el cielo que te lo estoy jurando; puedes descansar en paz», y tiró sobre su tumba el pañuelo blanco con sus últimas lágrimas.
Celia no puede quitarse de la cabeza aquel juramento porque, sin saber cómo, ha perdido a sus hijos. Vive atrapada en un piso de la ciudad del que no la dejan salir jamás. «¿Dios mío, dónde están mis hijos?», se la oye por los pasillos, arriba y abajo, angustiada porque sus hijos la esperan en el campo. Se levanta de noche, de madrugada, y se va hacia la puerta, pero la encuentra cerrada con varias llaves. Hasta el balcón se ha llenado de rejas desde que quiso descolgarse hasta la acera. A veces la sacan a pasear, y ella sabe que lo hacen para agradarla, para arrancarle una sonrisa. Pero ella lo que quiere es irse de la ciudad, volver al campo donde la esperan sus hijos.
Juan Antonio se ha olvidado de lo que es vivir. En su oficina lo ven entrar casi de madrugada, cabizbajo, con esa delgadez que le ha cincelado los pómulos y las ojeras en su palidez de mármol. Desde hace ya tres años sólo encuentra alivio en el trabajo, durante las seis horas de jornada reducida. El resto del día, todo el resto del día y de la noche, tiene que estar pendiente de su madre, Celia, de setenta y cinco años. El infierno es un piso de noventa metros cuadrados, con una anciana con Alzheimer, una esposa agotada y un marido desesperado. Allí empieza y acaba su existencia.
El último día de felicidad que recuerda fue cuando el Gobierno aprobó la Ley de Dependencia. Esa ha sido su fortaleza, su única ilusión este tiempo: saber que todo acabaría. Primero aguardó los trámites parlamentarios, luego la entrada en vigor de la ley. Paso a paso, firma a firma, presentó la solicitud de ayuda en la Junta. Luego la inspección, el diagnóstico y el informe final. ‘Resuelvo reconocerle el Grado III, Nivel I de Gran Dependencia. Los servicios o prestaciones que le corresponden serán los que determine el programa individual de atención’.
Juan Antonio se para ahí. Y añade, con los documentos enrollados en una mano: «¿Sabe qué es lo peor de todo, que después de tanto tiempo, de tantas promesas, me han concedido lo que ya tenía, el centro de día para las mañanas y el servicio de teleasistencia. A todo lo demás de la Ley tengo derecho, pero como no existe, pues nada. ¿Por qué juegan así con nosotros?». Y se va, por la acera, fumando ducados. En el coche lo espera su mujer y su madre, que mira el trasiego de la calle con la cara pegada al cristal.
4 Comments:
propaganda electoral solo
Una propaganda triste y muy penosa.
Viendo esa preciosa imagen, lo siento mucho, me recuerda a mi Abuela que nació en, Paterna del Campo, (Cádiz).
Maravillosa Abuela. Se quedó huérfana en la segunda república, sín comerlo, ni beberlo.
Sin educación, ayudó a sus cincos hermanos/as.
Ella ha sido: Mi Luz, porque después de tantas injusticias, fué una de las primeras en España qué cobró, ¡No se lo podía creer!: fuí testigo cuando tenía 11 años. LA PENSIÓN DE LA SS del franquismo.
Creo que lo referido en el artículo es un dato más para que nos replanteemos los auténticos motivos de esta normativa.
La normativa tiene otras contradicciones: si hubiera buena intención y respeto por los discapacitados: el primer derecho reconocido tendría que ser a dejar vivir y nacer.
Refiere la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad de la ONU que los niños con discapacidad podrán ser separados de sus padres, cuando las autoridades determinen que ello es en el interés superior del niño. ¿Estará la eutanasia dentro de esos intereses superiores del niño, de los que hablan?
Y, por supuesto, la omnipresente, ideología de género con sus eufemísticamente llamados "derechos reproductivos", ya que no creo que se vaya a contemplar el tomar medidas contra las medidas abusivas, con respecto a muchas discapacitadas, por las que se les esteriliza sistemáticamente, siempre alegando "su beneficio".
No creo que el objetivo real sea el beneficio del discapacitado, sino el control e intromisión, de entrada, por parte de la Administración.
Y mucho me temo que dentro de esto pronto pretenderán implantar el chip subcutáneo o Verichip, ya que existe mucho interés gubernamental en su implantación y, tal como ha ocurrido en otros países, su estrategia podría ser el comienzo por poblaciones en los que ellos y el resto de la población no se quejase: delincuentes, niños y discapacitados.
Creo que el mal no suele dar la cara y puede venir disfrazado de bien y, como muchas, me parece una norma más con el objetivo de una intromisión indebida por parte de la Administración.
Si quisieran mejorar las cosas: ya existen suficientes leyes y servicios; se trataría de comenzar a hacer las cosas mejor, y que no se coarte la buena intención de los funcionarios.
Mi abuela estuvo 4 años en nuestra casa con Alzheimer y tanto para ella como para las personas que la cuidamos, es uno de los peores infiernos que he podido vivir..
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