Corpus
«Será religioso o no será». Ha salido a la calle temprano, casi de madrugada, para recorrer las calles verdes de hierba esparcida, recién cortada, con el olor de la savia impregnando las paredes de cal. Se ha echado a la calle decidido, atraído por una fuerza que no es racional, ni meditada, es un impulso de años, la fuerza de la costumbre. Ha comenzado a andar despacio en busca de la procesión del Corpus y, desde que cerró la puerta de su casa, no deja repetirse la misma frase: «el siglo XXI será espiritual o no será». Sin saber por qué, se ha instalado en su mente, viene y va, viene y va, como si su cabeza, con esa letanía, se quisiera acompasar al ritmo de los pasos que va dando. Antes de doblar la esquina, ya ha comprendido que lo que le atormenta de la frase es la certeza de que nadie ha resuelto aún esa duda. Que ya estamos plenamente integrados en este nuevo siglo, y la duda persiste. Alguien la dejó grabada en el epitafio del siglo anterior, una lápida de mármol con esa inquietud que, ahora, nos hace dudar hasta de la propia existencia. ¿A qué riesgo se refiere? ¿Qué va a ser del hombre sin religión?
En el portal entreabierto de una casa del barrio antiguo, ha podido ver al fondo, cruzando un patio de baldosas antiguas, rojas y blancas, un niño vestido de comunión que participará en la procesión del Corpus por las principales calles del pueblo. Al verlo, como un destello blanco, ha reparado que la memoria más fiable del hombre es aquella que traen los olores; el olor del traje blanco almidonado y las manos de su madre, acariciándole el cuello de la camisa mientras lo vestía, el olor de la colonia infantil en el pelo recién peinado y el olor de la calle, verde hierba, cuando se encontraba con sus amigos camino de la iglesia. «Será religioso o no será». ¿No es acaso esta procesión del Corpus una demostración fiable de que el peligro se ha conjurado? ¿No lo corrobora así él mismo o ese niño vestido de comunión? ¿No es acaso ese cruce de miradas a través del patio un lazo firme que hilvana pasado, presente y futuro?
La puerta grande de la Iglesia ya se ha abierto y se adivina el revuelo del interior, los últimos preparativos, las filas ordenadas, la custodia bajo palio, las autoridades. «El siglo XXI será religioso o no será». Tan compleja es la duda que, para colmo, ni siquiera se le pueden exigir explicaciones al autor; que siempre se le ha adjudicado a André Malraux, pero él mismo dijo que nunca había salido de su boca. El siglo XXI ya ha consumido su primera década y, en estos albores, sólo nos llega el contraste de dos sociedades que caminan de espaldas, la una avanza hacia el laicismo y la otra se adentra en el fundamentalismo. Es esa, quizá, la mayor perversión, la explicación de porqué aquella pregunta lapidaria se ha quedado sin respuesta; el siglo XXI no va tener que decidir entre ser o no ser religioso, sino que la tensión es mayor porque se va partiendo en dos mitades. Ser y no ser, al mismo tiempo. Los primeros tramos de la procesión han comenzado a salir y una nube de incienso antiguo ha acudido a disipar sus dudas: Un hombre necesita la tradición, esa reiteración de siglos, para sentirse seguro. ¿Será o no será? Quién sabe, pero hoy es Corpus, y la hierba cortada le ha dejado como consuelo la esperanza de lo inmutable.
Etiquetas: Iglesia católica, Religión, Sociedad
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