Adversarios
Podemos engañarnos ante los amigos, pero no ante los enemigos. Podemos equivocarnos con quien pensábamos que lo era todo y que una sola conversación nos vuelva extraños, que una sola mirada descubra que todo era nada. Pensamos, porque es un clásico de la antigua Roma y porque es verdad, que no hay cosa más grande que tener a alguien con el que te atrevas a hablar como contigo mismo. Pero cuando se ha tenido un amigo así y se pierde, no hay rabia, sino tristeza. Se va ese hombre, se aleja esa mujer, y con sus pasos vas viendo cómo se marcha una etapa de tu vida. Lo que no te reprochas nunca es no haber sabido prever el final, no haber localizado el abismo por el que se precipitan los momentos, todos los momentos. Te reprochas, en todo caso, el dolor, pero nunca la amistad vivida. Es decir, lo contrario de cuando alguien descubre la ceguera de no haber sabido distinguir a su enemigo. No haberlo visto. Porque la enemistad es un sentimiento activo, destructivo, y por tanto visible desde el primer momento.
Si todo esto nos puede parecer una de las constantes de la vida, ya sea del amor, ya sea de la amistad, cuando las amistades y las enemistades se trasladan al campo de la política la evidencia se hace más palpable aún. Porque la política es una quintaesencia de la vida, y allí todo se distorsiona con un grado más, el poder; todo se degrada o se engrandece con el peldaño definitivo del poder sobre los demás. Por eso las amistades derivan en lealtades ciegas, incondicionales; por eso las rivalidades se envilecen con el sectarismo y la envidia. Tantas veces no hay espacio para dos en la política, que se vive siempre en el alambre, y ese vértigo convierte todas las ambiciones en batallas permanentes. En política, sí, las amistades suelen ser coyunturales, y por tanto se prestan a la ruptura. Pero las enemistades son persistentes y, por eso, es difícil que alguien en política no reconozca desde el primer momento a sus enemigos.
Bien, pues esta lógica tan asentada en ese mundo es para Izquierda Unida, desde hace años, una materia inescrutable. Piensan, y se equivocan, que su adversario es el Partido Popular, y no entienden que, por el mero hecho de que los conservadores están en el extremo opuesto, nunca serán sus adversarios, sino sus rivales. El único adversario que tiene Izquierda Unida es aquel que le disputa los votos en todas las elecciones, y no es el Partido Popular el que se los arrebata, sino el PSOE. Osuna en una cara de la moneda, y Bollullos par del Condado, en la contraria. No es la ‘pinza’, es el ‘abrazo del oso’ lo que borra a Izquierda Unida del mapa.
El PSOE e Izquierda Unida son vecinos de ideología y adversarios en la política. Y en política, lo segundo prevalece sobre lo primero. Un día lo descubrirán en Izquierda Unida y lo convertirán en dogma de acción política, como ocurre en el Partido Socialista desde hace tiempo. Quizá entonces, alguien comience su intervención con los versos de Juan Ramón: «Es verdad ya. Más fue/ tan mentira, que sigue/ siendo imposible siempre».
Etiquetas: Izquierda Unida, Política, PSOE, Sociedad
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