La ceja rota
Los altavoces del muecín rociero desparraman decibelios sin compasión, una insoportable retahíla de hermandades que llegan, pasan y se van. Cerca de la ermita, en una de las casas de la aldea las guitarras y las manzanillas buscan la sombra diminuta de un árbol recién podado. Se cantan sevillanas a la Virgen, al camino, a las carretas, a los bueyes, al romero y a la jara, a los vivos y a los muertos, al río, a la arena, a las candelas, a los zahones, a los sombreros… Desde hace años, la Romería del Rocío se ha parcelado con sevillanas como una fuente de retroalimentación de los peregrinos permanente, persistente, intensiva. Se vive Rocío, se habla Rocío, se canta Rocío, se respira Rocío. Nada sale de ese círculo porque nadie quiere oír nada más, no sentir nada más, ni pensar en nada más. O casi nada. Porque bajo el árbol, en aquella sombra diminuta, el cantante se aleja del repertorio establecido y le dedica unas sevillanas a la política. «Zapatero, vete al carajo, que lo que necesita España es que tú te vayas», dice, más o menos, el estribillo de las sevillanas que levantan una carcajada generalizada y múltiples gestos de aprobación.
No hará falta esperar a que lleguen más encuestas ni nuevas prospecciones sociológicas para saber que el deterioro del PSOE no se ha frenado con el anuncio del presidente Zapatero de no presentarse a las próximas elecciones y que la elección de Rubalcaba no ha supuesto ningún cambio de tendencia en este vertiginoso descalabro. La impopularidad de Zapatero, esta irrupción suya en una fiesta tan endogámica como el Rocío, es sólo una anécdota, sí, pero también constituye un detalle expresivo de la caída en picado de este hombre y de la forma en que su imagen burlona se ha convertido en un fenómeno sociológico en España. Y cuando algo así sucede en política, ya no valen las estrategias ni los cálculos electorales que, a menudo, se quedan en la micropolítica de las reuniones de ejecutivas y conferencias políticas sin contacto alguno con la realidad de la calle. No, Zapatero se ha caído y con él parece que va a arrastrar a todo el PSOE, como ya ocurrió hace unas semanas en las elecciones municipales y autonómicas. Zapatero, centro de chistes y sevillanas, es la imagen del PSOE. Esa fue su mayor virtud y ese es ahora el principal problema del PSOE. Una ceja circunfleja como símbolo de todo lo que había y de lo que hay; una apelación meramente personal que durante unos años transmitía simpatía y que ahora exhala rechazo. Cuando la política se convierte en imágenes y personalismos, estados de ánimo, el ascenso y el descenso son curvas vertiginosas; subidas inesperadas y batacazos abisales.
Zapatero. La ceja rota, la ceja gastada, la ceja ridícula, la ceja irritante. El símbolo dejó de ser un puño y una rosa, una ceja lo ocultó, lo sustituyó, y el PSOE, ese partido centenario, lo ha consentido durante los últimos años. Y ahora, zafarse de esa imagen, costará mucho más esfuerzo que una estrategia de campaña. Por esta sensación generalizada de fin de etapa, de final de trayecto. Hasta noviembre se hace largo cuando el hastío y el descrédito se bambolea de la irritación a la burla. Hasta noviembre queda lejos. Noviembre, el mes de los difuntos.
1 Comments:
Pues que tire la toalla
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