El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

21 junio 2011

Kiki Berbel



Ay, Kiki, morirte ha sido lo único discreto que has hecho en la vida. Habrá llegado la muerte hasta la puerta de tu dormitorio en un roll royce negro y, sin mediar palabra, te has dirigido al asiento de atrás con paso firme, sin volver la mirada, sin dudar ni un instante, sin temer nada. En silencio, despacito, con suavidad. O sea, como si tu muerte, Kiki, fuera en realidad la muerte de otro, porque tú nunca fuiste así. De hecho, fíjate, estoy seguro de que la muerte habrá ido a recogerte al pie de la cama porque se quedaría impresionada de aquel primer día tuyo en el Ayuntamiento de Granada, cuando te presentante al pleno con un roll royce y lo aparcaste en la puerta. Como si tal cosa; que igual te hubiera dado salir al balcón para gritar: ‘Sí, soy rico, y ese roll royce de ahí es mío; no he venido a la política para comprármelo’. El qué dirán se lo pasaba Kiki Díaz Berbel por el mismo arco del triunfo por el que se precipitaban a borbotones sus discursos, como disparos de arcabuceros. ¿Alguien ha visto algo igual? No debemos olvidar, además, que quien actuaba así era un concejal de la derecha, con lo que habrá que concluir que los complejos de sus correligionarios, la famosa derecha acomplejada, también se la pasaba Kiki por la bóveda de tergal de la entrepierna. Y el pueblo granadino debió entenderlo perfectamente porque de las cuatro veces que se presentó a la Alcaldía, ganó en tres ocasiones, aunque en una sola pudo ser alcalde porque los pactos le arrebataron el sillón tras cada victoria.

Kiki era así, representante de una derecha que salió del franquismo y que se le podrá reprochar el discurso rancio, seco o trasnochado, pero todo eso se queda en meros juicios de opinión, debates de segundo grado, al lado de la contribución que, también ellos, hicieron para la consolidación de la democracia. Sí, sí, también esa gente que se afilió a la Alianza Popular de Fraga tras la muerte del dictador merecen el reconocimiento de todos porque para construir la Transición hacían falta todas las manos, todas las cabezas, y la derecha que venía del franquismo supo arrancar las hojas del calendario y mirar hacia delante. Kiki Díaz Berbel, que nació después de la Guerra, formaba parte de esa derecha abrupta y no entró en política hasta que llegó la democracia. Aunque aparcara el roll royce en la puerta del Ayuntamiento, nadie puede negarle hoy su condición de demócrata. Porque qué otra cosa es la democracia sino aceptar la diversidad, comprenderla y respetarla; muy lejos de los odios redivivos de la revancha histórica, del discurso de la caverna y del miedo.

La última vez que lo vi estaba en el Parlamento, invitado en la celebración de algún aniversario. Me contó que unos enviados del PSOE le habían propuesto la creación de un partido político en Granada, con financiación incluida. El único objetivo era quitarle la mayoría absoluta al alcalde Torres Hurtado. Kiki rechazó la ‘oferta’ y siguió en el PP hasta que, hace unos meses, se despidió para acompañar a Alvarez Cascos, su mentor de tantos años. Quizá a los enviados del PSOE les contestó igual que cuando se subió a la tribuna de un congreso del PP en Granada, la primera vez que me dejó boquiabierto. Dijo así: «Y ahora nos acusan de haber generado una deuda de diez mil millones de pesetas. Fíjense qué tontería, cuando los concejales del PP cubrimos esa cantidad con nuestra tarjeta de crédito». Kiki, qué tipo. Siempre te recordaré.

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