Progreso
“¿Hay o no hay progreso en la historia?” Cesare Pavese se planteó esta pregunta y, nada más comenzar a responderse, ya tenía claro que se trata de una duda irresoluble. Entre otras cuestiones, porque nunca habrá un acuerdo entre las personas sobre qué debemos entender como progreso. Lo que falla es el concepto, sí, ahí nacen las diferencias. Qué es realmente el progreso. Para Pavese, el progreso era lo absoluto, tenía que ver con la entrada del ser humano en los valores morales. Todo lo demás, es otra cosa; progreso técnico, lo llamaba él, como algo inevitable, una evolución inexorable que siempre se ha dado y que siempre se dará. Pero el hombre no es técnica, sino principios y valores, y por eso su inclinación hacia lo absoluto.
Quizá, si nos alejamos de esa disyuntiva imposible de tener que elegir como definición de progreso entre lo moral o lo técnico, podamos resolver con más facilidad la pregunta. Pensemos que el progreso es una cosa y la otra. Todo aquello que tiene que ver con la mejora de las condiciones de vida, con los avances tecnológicos, con los medios y recursos que logran ampliar el estado de bienestar del hombre, su disfrute de la vida, pero también es un abanico de valores morales, un modo de comportamiento, una actitud ante la vida y ante los demás. Y no hay progreso para una sociedad que no avanza en la calidad de vida de sus ciudadanos, que es la mejora de la investigación, de las tecnologías, de las condiciones del trabajo, sin que, paralelamente, esa sociedad se instale cada vez más en los mejores valores que ha encontrado el ser humano en su paso por la tierra, la libertad, la tolerancia, la justicia, la igualdad. No se trata de elegir, como planteaba Pavese, sino de encontrar un equilibrio entre el progreso moral y el progreso técnico para que, de verdad, podamos considerar que una sociedad evoluciona.
Si miramos alrededor, notaremos esa tara en los tiempos que corren. Lo que nos desconcierta de estos tiempos en los que disponemos de los avances tecnológicos que ni siquiera hubiéramos soñado hace un par de decenios, es, precisamente, la constatación de que, al mismo tiempo, se involuciona en muchas de las exigencias morales que hacen la vida transitable. Grandes valores, como la primacía de la excelencia y el reconocimiento del mérito o la defensa implacable de la igualdad, hasta valores cotidianos, como la urbanidad, los buenos modos, el respeto, la consideración. Una sociedad educada en un país desarrollado que se rige por un sistema democrático. ¿Hay mayor ideal de progreso?
En cuanto dejemos de hablar de la crisis, habremos de recordar que el progreso no consiste sólo en la mejora de la economía. En cuanto dejemos de hablar de la crisis, tendremos que recordar que de nada nos servirán los avances tecnológicos si los hombres y las mujeres no se comprometen igualmente con los valores y los principios que nos hacen libres e iguales. En cuanto salgamos… Aunque quizá no logremos salir nunca de la crisis si antes no se busca el equilibrio entre los dos factores que definen el progreso de una sociedad.
1 Comments:
Otro valor a rescatar es el de la responsabilidad, empezando por asumir que somos responsables de los gobernantes que elegimos y de sus actos.
Que la crisis no la pague el pueblo, dicen indignados. Who else? -que diría George Clooney.
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