El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

02 junio 2011

Everybody knows




No, que no, que no puede ser casualidad esta coincidencia del primer acto de campaña de Rubalcaba con el nombramiento de Leornard Cohen como premio Príncipe de Asturias. Ya que pensamos que Rubalcaba arrastra siempre una cola de cometa de conspiraciones y cartas ocultas, mejor será concluir que todo estaba pensado, un mensaje subliminal del candidato Rubalcaba para acudir a su primer acto de partido envuelto en la voz grave de Leonard Cohen; Everybody knows, con esa cadencia que si no fuera música, sería el susurro al oído de un capo, de un padrino; Everybody knows, esa voz lenta, aplomada, de maestro, de un viejo lobo; Everybody knows, y al final una sonrisa pícara para demostrar que todo es espectáculo, que todo está montado cuidadosamente para que todo parezca mérito de los demás, el deseo de los demás, la aspiración de los demás. «Me señalan mil dedazos», se dice Rubalcaba aclamándose, empapándose de la proclamación que no ha existido nunca, bañándose en la multitud que ahora le rodea al pie del abismo. Por eso no quería primarias, porque Rubalcaba buscaba una campaña de aclamación. Ni dudas ni preguntas, sólo aplausos.

Everybody knows, y no hace fata decir nada más, ni debatir nada más, porque, como en la canción, «todo el mundo sabe que el barco hace agua/ todo el mundo sabe que el capitán mintió/ todo el mundo tiene ese sentimiento roto», y ha tenido que llegar Rubalcaba, han tenido que traer a Rubalcaba para que los tranquilice con su voz y con su zurrón de secretos bien guardados. Es el enviado de la vieja guardia, el prefecto de la Guardia pretoriana, el soldado fiel, al que el emperador envió desde su retiro en el palacio de las colinas para que apuñalara al presidente y a todos sus herederos, una tarde al pie de las escalinatas del congreso. Y así cayó abatido Zapatero, y así se fue llorando Carme Chacón. Porque en el PSOE se ha aprendido la lección, porque Rubalcaba sabía bien que más vale una puñalada a tiempo que una batalla entre generales, a campo descubierto. Con la aventura de Borrell ya hubo suficiente, y no iban a consentir ahora aquellos que guardan la memoria del Partido Socialista que el aparato volviera a tropezar otra vez en la misma piedra. Para ahorrarse el trámite de que Chacón pudiera ganar las primarias y tener que apartala después, como con Borrell, para eso mejor el atajo de la semana pasada. Así, de un zarpazo. Se acabó el problema. En las primarias del primus inter pares no cabe nadie más.

Everybody knows, sí, porque todo el mundo sabe cómo se hacen las cosas, qué hay que hacer, qué hay que decir para ganar; todo el mundo lo sabe y no hacen falta más experimentos de cejas circunflejas, se trata de volver sobre el camino, movilizar los instintos, azuzar las ganas de triunfar, agitar los remordimientos, pasar la bandeja de los favores prestados, de las alianzas rotas, que se acabe el fuego cruzado y se alineen todas las flechas en una sola dirección.

Rubalcaba y Leonard Cohen irrumpen el mismo día; se suben a un pedestal y se les puede imaginar caminando despacio hacia el escenario. Y ya no se sabe distinguir al monje del político, ni al músico del actor. Que Rubalcaba tiene más pinta de monje benedictino de la que ha tenido nunca Leonard Cohen. El señor de los secretos, el nombre de la rosa se llama ahora Rubalcaba. Y todo el mundo lo sabe.

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