Te engañaría
Fue en aquel primer encuentro de Sevilla. Rubalcaba se sentaría en una banqueta giratoria, rodeado de militantes y cargos medios del PSOE de Andalucía. También habría dirigentes mayores, barandas de la regional o del federal, pero el encuentro no era para ellos sino para los demás, para quienes no tienen acceso al líder; para que pudieran palparlo, sentir su cercanía, tantos años viéndolo en los telediarios, en las portadas de los periódicos, y ahora está allí, se le puede mirar a los ojos, se le puede tutear, porque somos compañeros, y el candidato a la Presidencia del Gobierno es uno más, sentado entre nosotros. Entonces sale un alcalde, se pone de pie, mira a su alrededor, oye, Alfredo, que yo te doy la enhorabuena, que te felicito, y tal, y te apoyaré en mi modestia, pero ya que nos has dicho que preguntemos, en fin, Alfredo, que yo no sé si tú sabes cómo están las cosas, pero esto está muy jodido, y en los ayuntamientos estamos sin un céntimo. Y lo que quiero saber es si va a llegar más dinero, porque si no hay ni un duro, a ver qué hacemos para, por lo menos, pagar las nóminas. El candidato lo ha estado oyendo con gestos continuos de asentimiento, y entonces, cuando el alcalde ya ha terminado, y ha vuelto a mirar a su alrededor, buscando algún gesto de aprobación de sus compañeros, en ese instante de silencio y duda en el que no sabe bien si ha metido la pata, el candidato coge el micrófono. «¿Llegará más dinero el año que viene? Llegará más dinero. Cuánto más no te lo puedo decir, llegará más dinero, pero en todo caso vais a tener que aguantar un par de añitos malos con seguridad. ¿Qué os pido? Que aguantéis. Te podría decir lo contrario, pero te engañaría y aquí no lo voy a hacer».
Fíjense en esto último que dijo Rubalcaba: «Te engañaría, pero aquí no lo voy a hacer». Existe un doble plano de sinceridad en la expresión, porque por un lado confiesa que sí, que él puede engañar al personal, que podría hacerlo sin problemas, engañarlo mirándolo a los ojos, como si nada. Y luego está la segunda parte, cuando establece una división espacial: los lugares en los que se puede engañar al personal y los sitios en los que no se puede engañar. «Y aquí no lo voy a hacer». ‘Aquí’ es dentro, en el PSOE. Y ‘aquí’ es, sobre todo, sin cámaras ni micrófonos. Entonces es cuando le llega el momento de la sinceridad. Tantas veces le habrán hecho la pregunta en la radio o en la televisión, y habrá mentido tantas veces sobre el final de la crisis, que tiene preparada una respuesta de manual. Pero la desecha para este acto: «te podría engañar, pero aquí no lo voy a hacer». Pudo haber empleado otras expresiones para decir lo mismo, para envolver la respuesta con un tono de profunda sinceridad. «Habrá quien te engañe, que te diga otra cosa, pero yo no lo voy a hacer, yo no voy a mentirte». Pero no lo dijo. Sólo estableció un paréntesis de sinceridad, una isla de verdad que se queda en el «aquí». Una frase que, a su vez, marca el campo abierto de la otra realidad, la que se queda fuera, la del discurso oficial, la retahíla pública.
Ya conocemos el cerco de fuego que divide la verdad y la mentira en el candidato Rubalcaba, la diferencia entre esas cuatro paredes, el aquí, y el resto de la sociedad, los de allí. Aquí , el partido, y allí, donde estamos todos los demás. La próxima vez, cuando lo oiga, ya será inevitable que recuerde su frase. «Podría creerte, pero aquí no lo voy a hacer».
Etiquetas: Elecciones, Política, PSOE
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home