El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

25 mayo 2011

El tanatorio



De Zapatero ya se puede decir en el PSOE lo mismo que decían de Lopera en el Betis, que sacó al Partido Socialista de la UVI y lo va a dejar en el tanatorio. Los resultados de este domingo devuelven al PSOE a los albores de la democracia; a los tiempos en los que en el PSOE se impuso una profunda renovación ideológica para adaptarlo a la nueva sociedad española, para desmembrarlo del franquismo, sacudirlo de etiquetas marxistas, y asentarlo en el amplio campo de electores que, desde hace treinta años, inclina las urnas en España hacia un lado o hacia otro. En un libro de reflexiones del socialismo español, de Tom Burns Marañón, lo explicaba de forma escueta Felipe González: «Teníamos que hacer algo que trascendía la frontera de la alternativa socialdemócrata para asentar un proyecto nacional de una envergadura mayor. Teníamos que hacer, entre otras cosas, un proyecto de modernización y esto no era específicamente un proyecto socialdemócrata». Es decir, que incluso después de haber descafeinado el ideal socialista que se había heredado del franquismo, los dirigentes de aquel PSOE eran conscientes de que deberían renunciar en algunas ocasiones a la socialdemocracia para conseguir los objetivos que se marcaban: un partido mayoritario, más allá de las líneas que separan a la izquierda y al centro izquierda de las posiciones más conservadoras.

Si se mira hacia atrás, lo que comprendemos ahora con facilidad es que el proyecto político de Rodríguez Zapatero nunca ha tenido esa vocación de partido mayoritario, sino lo contrario. Con Zapatero en la secretaría general del PSOE este partido ha perfilado sus aristas, las ha afilado. Ha alentado a los tifossi de los medios de comunicación, ha jaleado las divisiones territoriales y ha crispado a la sociedad con el rescate persistente de los odios y las venganzas de la Guerra Civil. En el libro de antes, Julio Feo, estratega de la campaña del 82 en la que el PSOE arrasó en las urnas, decía que la decisión de haber desconectado completamente al PSOE del pasado franquista había sido fundamental. «Felipe González era lo que rompía el PSOE con la Guerra Civil. Si hubiéramos hecho una campaña de recuerdo de la guerra civil, yo creo que nos hubiera ido muy mal. Descubrimos que la gente tenía tanto rechazo al saludo fascista del brazo en alto como lo tenía al puño en alto». Si ese era el análisis que condujo al PSOE a su mayor victoria electoral, el cambio apoteósico del 82, ha sido la política contraria, el sectarismo y la división, la que lo ha conducido ahora a su mayor desastre en unas elecciones municipales, el que lo ha devuelto al momento previo a la renuncia del marxismo.

En cualquier caso, lo peor de todo para el PSOE no son los resultados electorales, sino la ausencia absoluta de autocrítica, como paso previo para corregir los errores y enmendar el rumbo electoral. La regeneración, en este momento, es un discurso minoritario dentro del PSOE. El vacío ideológico de Zapatero, suplido como tantos de esa especie con golpes de radicalismo, ha encajado como un guante en la estructura cansada, carcomida, de la hegemonía socialista. «Reaccionarios», «el partido del odio y del rencor», «la derecha que quiere arrasar Andalucía», se ha podido oír estos días a Griñán, al moderado Griñán. El resultado han sido ocho capitales y cinco diputaciones para el PP. Pues nada. A seguir, que el tanatorio ya está cerca.

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