El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

18 mayo 2011

Acoso



Cuando me lo contaste, no llorabas. Eso fue lo último que me sorprendió de ti, porque yo sé que la rabia, como las penas, se van siempre por la chimenea de las lágrimas y era imposible que tú pudieras contener tantas emociones sin llorar en ningún momento. Lo pensé después, cuando te ibas: qué fuerte hay que ser para eso. Fortaleza y dignidad, porque si no lloraste, si te tragaste las lágrimas, fue porque aquel tipo no merece ni una sola lágrima tuya. Ahora, con el escándalo del director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, he vuelto a recordarlo. Fue, dijiste, una tarde cualquiera en la Junta de Andalucía. Tu superior en la Consejería, un cargo político, te había citado a las cuatro de la tarde en su despacho. No, no era normal la hora para una reunión, pero en política lo primero que aprendes es que la disposición es permanente, que no hay horas. Por eso no pusiste ninguna excusa para ausentarte. Nada sospechabas antes y nada estaba tan claro en cuanto se cerró la puerta. El tipo se dirigió a un pequeño minibar, sacó unos vasos, puso una música de boleros y te pidió que bailaras. Lo demás casi no hace falta detallarlo. Primero negativas desenfadas, amistosas, ‘estás loco, déjate de coñas’, que dan paso a una tensión mayor en cuanto la persistencia se hace agobiante, en cuanto la resistencia se acumula eléctrica en el ambiente. Y te diriges a la puerta mientras te agarra de un brazo, y sigues caminando de espaldas, ‘no, por favor, no me hagas esto’, angustiada, y alcanzas el picaporte para salir. Él presiona la puerta hasta que, de un empujón, logras quitártelo de encima y sales corriendo por el pasillo, vacío de secretarias y funcionarios a esas horas de la tarde.

Detuviste el relato y dejaste en el aire una pregunta a la que, desde entonces, le estoy dando vueltas: «¿Qué os pasa a los hombres?». Yo apenas pude balbucear una respuesta de rechazo a la generalización y una explicación vaga de la naturaleza humana, de los impulsos, del instinto. Luego recuerdo haberte contado aquella cita de Bukowski: «Hay en mí algo descontrolado, pienso demasiado en el sexo. Cuando veo a una mujer la imagino siempre en la cama conmigo. Es una manera interesante de matar el tiempo en los aeropuertos». Pero ya ves que, aunque los hombres asumamos esta obsesión, nada tiene que ver con tu relato, porque lo tuyo pertenece a otro ámbito. Es el abuso del poder el que se manifiesta de forma más primaria en el sexo, en la imposición sexual a un subordinado. Ya no son impulsos. Se llama acoso, se llama violación, y tiene un espacio merecido en el Código Penal.

Sé que has dejado la Junta después de aquel ataque que nunca quisiste que se contara. Lo respeto. Si lo he esbozado hoy ha sido porque ese caso del FMI me hace pensar que otros muchos políticos pueden estar tentados de caer en lo mismo, esa borrachera de poder y sexo. Por eso lo cuento, para que, quien tenga la tentación, se mire hoy en el espejo roto de Strauss-Kahn. Así espero verlos si ocurre algún día.

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2 Comments:

At 19 mayo, 2011 00:25, Blogger Diego said...

Gracias por ayudar a las personas que sufren esta situación. Yo lo he vivido en primera persona. No se puede imaginar cómo te quedas cuando una llamada, llorando desesperadamente, te interrumpe la cerveza del mediodia de un sábado de finales de Septiembre de 2009. Es mi sobrina, treinta y cuatro años, directora de una oficina de Caja de Ahorros de inmejorable reputación financiera. Su director de zona la cita a las doce de la mañana de ese día, en su casa "¿no puede ser el lunes?", "no, debe ser hoy", y " ¿nos vemos en una cafetería y me cuentas de qué se trata?, "no, tengo las hijas en casa y no puedo salir, si valoras tu posición y futuro laboral aquí te espero". Este es el principio, ha sido año y medio de sufrimiento por denunciar lo que le ocurrio. Desde hace seis meses está despedida. Sin indemnización porque una auditoria hecha a medida de su jefe, el acosador, la ve normal el juez. Lo mismo que otro juez ve normal que cite a una subordinada un sábado y el propio acosador lo reconozca. Pensaría el juez lo mismo que el director de recursos humanos de la Caja "si hacemos caso a cualquier cosa, adonde vamos a llegar, estamos todos vendidos". No sirve de nada los estudios de profesionales independientes sobre su estados emocional y las secuelas que tiene por la situación que ha vivido. Porque esa es la punta del iceberg, el chantage de años, las insinuaciones, las llamadas a deshoras, la persecución profesional "si no eres buena conmigo entonces no puedo autorizarte tal operación". Lo peor no es el sufrimiento que ella está padeciendo, ni su situación de desempleo, lo más duro es que está estigmatizada. Ninguna empresa entiende que está en la calle porque ha sufrido acoso de un hijodeputa, no eso no, la han despedido de esa honorable Caja porque es conflictiva y algo ha tenido que hacer. Cabrón y apaleado. Al menos le queda su dignidad de mujer y de persona. No ha querido que la humillaran más y sólo espera que el tiempo haga justicia. En la Caja todo el mundo sabe que es muy "fogoso" y los que le han apoyado es porque también tienen cosas que ocultar. Para los jueces debe haber pruebas evidentes, como si una persona estuviese preparada para evitar el acoso sexual de un enfermo que además es tu jefe y puede decidir sobre tu presente y futuro.
En suma, gracias por hacernos ver que ni ella ni yo estamos solos. Es triste, pero compañeras que han sufrido lo mismo con ese "jefe" no la han apoyado por el miedo al despido. Que los sindicatos no la han ayudado porque siguen las instrucciones de quien los mantiene. Triste, pero esa ha sido su realidad y eso es lo que, por desgracia, tenemos. Saludos y de nuevo gracias.

 
At 30 mayo, 2011 17:03, Blogger beatriz said...

Tengo un cajón en la memoria donde guardo las cosas que no quiero recordar. Pero hoy, he visto la cara del monstruo en el espejo, tanto tiempo escondido, sin duda, demasiadas veces callado, por vegüenza, curioso, por dolor. Y he abierto el cajón del olvido para llorar de rabia. Gracias Caraballo. Un beso

 

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