Polígrafo
El principal problema de la campaña electoral para un político es que se ve en la obligación de tener que hablar todos los días. Y no está el horno de las ideas para esos bollos. Esa sobreexposición del político en campaña acaba dejando desnudos a la mayoría porque, si a lo largo de un año ya es complicado oír ideas, conceptos, que se salgan de lo previsible, de lo establecido en las consignas, cuando se ven como ahora en la obligación de tener que hablar todos los días, el más prudente acaba despeñándose por el absurdo o el disparate y el mejor orador naufraga en la nadería, la exageración o la falacia.
Detengámonos, por ejemplo, en la bochornosa retahíla de explicaciones que se ha utilizado para justificar que toda campaña electoral comienza ya con un engaño generalizado: la composición de las candidaturas. Eso que oímos siempre cuando se descubre un caso de corrupción, esa frase hecha que se repite, “frente a la corrupción, tolerancia cero”, se reduce a la nada cuando los intereses políticos se imponen a la ética a la hora de elaborar las candudaturas. Por eso, en esta campaña electoral ni uno sólo de los grandes partidos políticos ha sido capaz de presentar listas electoral libres de personas imputadas en los tribunales de Justicia. Todos, además, caen en el patetismo de utilizar las mismas expresiones para justificar a sus imputados y las mismas descalificaciones para intentar hacernos ver, con el mayor desparpajo, que son los adversarios los que incluyen a corruptos en sus listas. Eso que dijo Esperanza Aguirre cuando se le reprochó que hubiera incluido en sus listas a personas imputadas, pese a que unos días antes se puso de ejemplo de lo contrario. Y va la presidenta madrileña y dice: “En mis listas hay gente que está imputada pero por tonterías, no por acusaciones”. Y tan pancha. Lo extraordinario es que esa misma osadía, casi la misma expresión, se le ha podido oír también a la presidenta del PSOE de Andalucía (“En las listas del PSOE no hay imputados por corrupción, sino por delitos administrativos”) y al coordinador andaluz de Izquierda Unida (“el código ético habla de imputados, procesados y además por delitos de corrupción y no se da ese caso en Torrijos”, que es el concejal de Sevilla que está procesado por dos delitos, uno de coacciones a un trabajador y el otro por el caso Mercasevilla).
Otras veces se ha apuntado aquí que el problema de la corrupción política en España es estructural, transversal, porque afecta por igual a todos los partidos políticos. La intensidad depende sólo del poder que se ostente; es directamente proporcional al número de instituciones que se gobierne. Esta similitud de ahora, el paralelismo en las justificaciones, viene a demostrar una vez más la tesis anterior. La corrupción iguala los discursos, los alinea de izquierda a derecha, los hace idénticos en el descaro. Hace unos días, el coordinador de IU recomendó utilizar un polígtrafo en la campaña ante "el nivel de mentiras e incumplimientos que se hacen antes, durante y después de la campaña electroral". Estaría bien, sí, aunque ningún polígrafo detecta la falta de ética y la asunción de las corruptelas como parte del trabajo político. El aceite que hace funcionar una democracia.
Etiquetas: Corrupción, Elecciones, Política
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