Según Barbeito
Hay más verdad en la sencillez de un místico descreído que en las estrictas reglas de rígidas prelaturas de la Iglesia católica. Hay más reflexión, más sinceridad, en quien busca la verdad en la duda que en quien afirma que conoce la verdad de nuestra existencia. Bernardo Soares, el heterónimo de Fernando Pessoa, era uno de esos místicos descreídos en los que se puede encontrar más verdad que en muchos otros de comunión diaria y principios inamovibles. Y Bernardo Soares decía: “Pertenezco a una generación que heredó el descreimiento en la fe cristiana y que creó en sí un descreimiento en todas las otras fes (…) Todo eso lo perdimos nosotros, de todos esos consuelos nos quedamos huérfanos. (…) Sin ilusiones vivimos apenas del sueño, que es la ilusión de quien no puede tener ilusiones. Viviendo de nosotros mismos, nos disminuimos, porque el hombre completo es aquel que se ignora. Sin fe no tenemos esperanza, y sin esperanza no tenemos propiamente vida.”
Luego de ese texto sublime, Pessoa establecía un vínculo necesario entre la esperanza y la idea del futuro, la idea del mañana, con lo que cerraba el círculo de la existencia; el pasado que llevábamos a la espalda, el presente que vivimos y las expectativas de un futuro que anhelamos y que nos hace superar la incertidumbre del presente y la nostalgias del pasado. Quiere decirse, en fin, que la vida, nuestra vida, la vida de cada uno de nosotros necesita la esperanza de otra vida; necesita la ilusión, la fe, de que todo no se agota con estas líneas, con este día, con este año, con este momento, sino que con cada paso que damos estamos construyendo una ilusión. Una esperanza.
Esperanza, sí. Pero fíjense cómo es la duda en cada uno de nosotros la que se convierte al final en un camino hacia la esperanza, hacia la ilusión, y gracias a la inquietud que hace de la duda es, además, un camino hacia el impulso creador, como se decía antes. Dicho de otra forma, la duda forma una parte esencial de la idea del cristianismo, de la religión católica, y no sólo por el pasaje bíblico que hoy mismo revivimos cuando el propio Jesús exclama, ante su crucifixión, “padre, por qué me has abandonado”. No, no sólo por eso. La duda, desde los filósofos griegos, es la sustancia de la que está hecho el progreso; gracias a la duda avanzamos, gracias a la duda investigamos, mejoramos. Gracias a la duda escuchamos a los demás, atendemos otras realidades, otras formas de ver la vida. La duda genera humildad y de la humildad nace el pensamiento de la igualdad entre todos los seres humanos. Gracias a la duda avanza la humanidad.
Quienes no vivan en Sevilla quizá sean ajenos a la polémica que se ha desatado en la ciudad por el pregón de Semana Santa de Antonio García Barbeito. Por su forma de ser, por su vida, por su forma de entender la fe, por su duda. No saben que Barbeito, con su pregón, con su vida, con su duda, les ha mostrado la única esencia, la principal virtud que tiene la religión cristiana. Y no es el dogmatismo, ni la rigidez. No es la verdad inamovible sino la duda, la esencia primera del cristianismo. La duda como palanca que nos conduce a la reflexión; la duda que es el camino de la humildad, de la sencillez; la duda que es la antesala de la igualdad; la duda que es hermana de la esperanza. Tu duda, Barbeito, es mi duda. Y es mi fe.
Etiquetas: Religión, Semana Santa, Sevilla, Sociedad
1 Comments:
nuestra duda, javier, nuestra duda.........
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