El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

29 marzo 2010

Pasarán



Existe un llamativo desinterés de la clase política por el atronador resultado de la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas de que el tercer problema del país son ellos, la clase política. Más que el terrorismo de ETA, más que la inmigración, tan dada al populismo más corrosivo, la clase política se ha convertido en un problema de Estado y nada, ninguna actitud, ningún cambio, ninguna autocrítica se ha podido oír siquiera en los labios de los dirigentes políticos.

El personal ha bajado los brazos, se ha cansado de la confrontación permanente, de las posiciones cerradas; se ha saturado de la retahíla previsible de argumentos fabricados en serie que no atienden a razones sino a estrategias de partido. ‘Ahora toca confrontación, ahora toca sumisión’. Está tan manida la fórmula que la gente mira para otra parte, la política se despeña por una pendiente de descrédito, y en el bar o en el mercado se zanjan las conversaciones con un «todos son iguales». Luego, en las encuestas, los líderes aparecen con suspenso; ya nadie es capaz de levantar el vuelo con una corriente de aire nuevo, de esperanza.

‘Ahora toca confrontación, ahora toca sumisión’. Y aunque el resultado sea que, progresivamente, crece el desinterés y la desconfianza por la clase política, parece como si esa misma clase política hubiera llegado a la conclusión de que, en el fondo, la apatía no les perjudica del todo. Como si todos hubieran llegado al convencimiento de que, en el fondo, mientras que el desgaste propio se acompañe del desgaste del contrario, siempre será posible ganar unas elecciones. El mal menor de caer por un precipicio con el consuelo de tener agarrado al otro en la caída.

Caemos, pero juntos. Y así, cuando lleguen las elecciones, la lucha en las urnas la dirimirá quien tenga más fortaleza en su electorado, quien tenga más adeptos en la bandería, lucha de legiones sin interferencias. Que la abstención, por alta que sea, o los votos en blanco, nunca condicionan la composición de un gobierno. Que pasan las elecciones, la abstención queda en el olvido y ya sólo habrá grupos de diputados en representación de toda la soberanía popular. Sí, parece eso, que el PSOE hubiera llegado al convencimiento de que su desgaste sólo puede amortiguarlo el desgaste de su rival, del Partido Popular. Y en el Partido Popular también parecen convencidos de que sólo con mantener el desgaste del PSOE de aquí a las elecciones, tienen asegurada la victoria en las urnas. ¿Quién comenzó antes esa estrategia de desgaste? Con toda probabilidad, el PSOE, sobre todo en Andalucía. El cainismo, el odio al contrario... Es esa metáfora de ayer del nuevo portavoz socialista, al hablar de la lucha política con espolones. Así son los nuevos dirigentes del PSOE de Griñán, tan jóvenes, tan agresivos, gallos de pelea con los muslos pelados, endurecidos con alcohol, la cresta recortada y los espolones afilados a navaja. Sí, es así, pero, aunque el PSOE comenzara primero, ya todos lo imitan; toda la política actual sigue los manuales de campaña del PSOE. Y si, al final, esa estrategia de desgaste se ha acabado imponiendo poco importa quién fue primero.

La política, la clase política, está en caída libre. Hay quien piensa que son síntomas claros de un final de ciclo, que este deterioro abrupto señala una etapa nueva. El final de la Transición llegará cuando la política española abandone la herencia envenenada de la Segunda República, cuando todos esos pasen. ¿Pasarán? Sí, pasarán. Y ojalá la política entonces recupere la emoción, la esperanza.

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