Un dedo morado
Era la imagen de la dignidad humana, de orgullo, de nobleza. Era la estampa de la lucha por la libertad, un símbolo de la liberación de la mujer, una metáfora exacta de la pelea que el hombre siempre ha tenido para reivindicarse a sí mismo como persona, como ser humano, como un ciudadano libre con derechos, deberes y obligaciones. Era la fotografía de estos tiempos, una joven con un velo negro sonríe a la cámara después de haber votado, y muestra su dedo índice empapado en tinta morada. Juventud y democracia, sueños y esperanza. Un breve hilo de tinta corre desde el dedo hasta la muñeca, blanca, de piel suave. La muchacha sonríe al fotógrafo cuando muestra el dedo. No le importa que la vean, que sepan que ella sí ha acudido a votar. Aunque desde la noche anterior a la jornada electoral las calles se hayan cubierto de cadáveres y el horizonte repita a cada instante bel sobresalto rotundo del estallido de una bomba, de un mortero, de una ráfaga de metralleta.
Ha acudido a votar con toda su familia porque votar ese día en Irak era la única forma de demostrarle a los terroristas de Al Qaeda que la victoria está en la vida, no en la muerte. Que si un día, un solo día, el terror logra imponerse a la libertad, a partir de entonces ya no habrá otro reino que el de la tiranía de esos asesinos. “Hoy ha sido un día de victoria sobre los asesinos que no quieren la democracia”, ha dicho el primer ministro, después de recontar, uno a uno, los treinta y ocho muertos en atentados durante la jornada electoral, y los millones de iraquíes que, pese a las amenazas, acudioeron a votar. ¿En qué democracia asentada de occidente acudiría a votar más del sesenta por ciento de la población bajo una lluvia de proyectiles y coches bomba? Y más allá aún, ¿quién, por aquí, estaría dispuesto a defender sus principios frente a la amenaza de muerte de Al Qaeda?
Fíjense que el día que se publicó la foto de aquella joven iraquí con el dedo morado, era lunes, ocho de marzo, y en todo el mundo desarrollado se celebraba el día de la mujer trabajadora. Ese mismo día, mientras las mujeres de Irak se jugaban la vida por haber ido a votar, el Consejo de Europa decidió no prohibir el uso del burka “porque las mujeres deberían ser libres para elegir cómo viste, sin interferencias de sus comunidades ni de las autoridades” “La prohibición del burka es una invasión en su vida privada y no liberará a las mujeres oprimidas, sino que puede llevarlas a la alineación en las sociedades europeas”. Ese mismo día, en Andalucía, se premiaban presupuestos con perspectiva de género, se entregaban ayudas por represalias franquistas con perspectiva de género y se anunciaban teatros con perspectiva de género. Como un club de señoras adineradas que se reúnen para merendar bizcochos de chocolate con perspectiva de género.
Tiene cara de niña. Va toda vestida de negro, el velo y la chilaba. Muestra el índice de la mano derecha, empapado en tinta morada, y la gota que se desliza por su piel hasta perderse en el centro de la palma de su mano parece una gota de sangre democrática. Tiene cara de niña, sus facciones redondeadas se rompen en la foto con el contraste de los ojos verdosos, achinados, y la sonrisa de labios rojos que se le ha escapado cuando el fotógrafo ha disparado su cámara. Tiene cara de niña, quizá ésta ha sido la primera vez que ha ido a votar. Recordaré su foto para cuando de nuevo los imbéciles digan que la equivocación de occidente es querer exportar la democracia a los países árabes, que la cultura de esa gente es otra distinta a la de la libertad.
Etiquetas: Democracia, Feminismo, Guerra de Irak, Sociedad, Terrorismo
1 Comments:
Querido amigo Javier, instala las RSS e tu Blog para poderlo incluir en www.bloguerosdesevilla.com ;
Muchas gracias y un saludo grande.
Híspalis
Publicar un comentario
<< Home