Estado Ipanema
Felipe González, que suele bromear con metáforas políticas que ponen a prueba las tragaderas del radical feminismo, estableció hace unos meses en una conferencia en San Salvador un interesante paralelismo entre el modelo de Estado ideal y las caderas de las brasileñas. Tan sugestiva es la comparación que, según el ex presidente español, el Estado ideal sería «el Estado Ipanema». Si quieren, antes de seguir leyendo, pueden intentar recordar la bossa nova de Antonio Carlos Jobim y Vinícius de Moraes, ‘La chica de Ipanema’, que así, tarareándola, se comprende mucho mejor la metáfora de González sobre la organización del un Estado. «Dum, dum, dum… Olha que coisa mas linda/ mas cheia de graça/ é ela menina que vem e que passa…»
Alguna imagen parecida a la universal chica de Ipanema debió cruzársele por la cabeza a Felipe González porque cuando le preguntaron de lo único que se acordó fue de esa playa de Río de Janeiro, nada de citas de grandes pensadores, de ideólogos del marxismo o de célebres economistas. «Cuando paseo por esa playa –dijo Felipe– veo unos cuerpos sin un gramo de grasa, pero a ninguno logro verle los huesos; ese Estado me gusta, flexible, sin un átomo de grasa, pero no esquelético». Como entiendo que González a lo que se refiere es al peso de lo público en las economías de mercado, o mejor dicho, a los excesos de las administraciones públicas en la economía de mercado, habrá que deducir a continuación que en el cuerpo público la grasa la representa la abultada burocracia política y administrativa. Michelines del estilo del muñeco de las gasolineras, unos tan gordos que rodean todo el cuerpo, como las redes de empresas públicas, y otros pequeños, pero imposible de eliminar, como los gabinetes de asesores o los coches oficiales. Luego, están los organismos inútiles, los gobiernos inflados, las instituciones solapadas y los consejos inservibles.
Si fueran ciertas las intenciones de Griñán de promover cambios profundos en la Junta de Andalucía para hacerla más eficiente, más funcional, más efectiva, tendría que empezar por el recorte drástico de todo ese tejido adiposo, que en el caso de la administración andaluza es obesidad. La mera enumeración de empresas públicas de laJunta de Andalucía, esa red que abarca a más de 170 sociedades y emplea a más de 21.000 personas, ya ofrece una imagen cierta del despropósito en el que se ha convertido la Junta de Andalucía. Ese agujero negro consume cada año cuatro mil millones de euros de dinero público y, encima, genera un déficit de casi doscientos millones anuales. Sucede, además, que junto al despilfarro ingente de esa enorme administración paralela, lo más grave es el descontrol consciente que se fomenta. La corrupción encubierta, la discrecionalidad en las actuaciones públicas, el enchufismo... Cada vez que un Gobierno huye de la Función Pública y vuelca, progresivamente, toda su gestión en empresas públicas lo único que persigue es huir de los controles, alejarse del rigor y la imparcialidad y cambiar la profesionalidad por el chalaneo. Como acaba de repetir el Tribunal Supremo, ahora con respecto a Egmasa, lo que se esconde en el fondo es el «desapoderamiento de la administración» porque se pone en manos de personal contratado aquello que sólo corresponde a la Función Pública.
No, no es esto el «estado Ipanema». Ninguna imagen bucólica de cuerpos bronceados, esculturales, sugestivos que sugiere a Felipe metáforas políticas. Si de playa se trata, aquí, en fin, no salimos del chiringuito y la fritanga.
Etiquetas: Burocracia, Economía, Sociedad
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