El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

25 agosto 2009

El caos del Estado



El ministro de Justicia, el sosegado Caamaño, ha levantado una polvareda inexplicable en España por decir, con razón, que lo nuestro es casi un estado federal. ¿De qué se extrañan? Es verdad lo que dice: el Estado de las Autonomías es un invento español que nada tiene que ver con las fórmulas precedentes (y actuales) de organización de un Estado. De hecho, en España coexisten restos del estado centralista con cesiones de competencias al modo de los estados federales y, al mismo tiempo, con privilegios de algunas regiones que le confieren un matiz confederal. Ese caos es lo que llamamos Estado de las Autonomías; de todo un poco. Casi nada, casi todo.

En esto, tiene sentada cátedra el profesor de Constitucional José Acosta, que viene advirtiendo desde hace tiempo del riesgo de mantener este equilibrio inestable en España porque a nada conduce, a nadie satisface y nada soluciona. Como en tantas cosas, arrastramos un vicio de origen, nunca resuelto, que se ha soportado a sí mismo gracias a la prosperidad de los últimos treinta años en la mayoría de las regiones. Pero es verdad que la desigualdad está en el origen mismo de la Transición, cuando se pactó un modelo de Estado desigual (nacionalidades y regiones) con el objetivo de conceder autonomía plena sólo a las mal llamadas ‘nacionalidades históricas’, Galicia, País Vasco y Cataluña. Al resto, a las regiones, se les concedía una autonomía de segunda clase, a través de un artículo distinto de la Constitución.

Ocurrió, sin embargo, que el PSOE atisbó con acierto que las reclamaciones regionales, el agravio regional, era la agitación que necesitaba para acabar con el Gobierno de la UCD. Y así fue cómo el PSOE se descolgó de sus acuerdos con Adolfo Suárez y pasó a abanderar la reclamación andaluza de lograr una «autonomía de primera». Todos los historiadores coinciden ahora que el referéndum andaluz fue la tumba definitiva de la UCD; ahí se terminó de desmoronar en divisiones internas y descrédito. El «café para todos» de Clavero, contrario a la diferencia entre regiones, acabó imponiéndose y el resultado es que todas las autonomías han acabado asumiendo las competencias esenciales para la prestación de servicios. Pero ahí acaba la igualdad entre autonomías, porque las diferencias que persisten (como el cupo vasco o el bilateralidad catalana) le han añadido los toques de estado confederal que, inexplicablemente, se mantienen junto al funcionamiento centralista que pervive gracias a que el Gobierno de la nación mantiene la capacidad para distribuir fondos y competencias a su antojo.

Si el ‘café para todos’ se hubiera llevado a sus últimas consecuencias, España gozaría de un modelo federal, que nada tiene que ver con la unidad del Estado, el patriotismo o el independentismo, como de forma equivocada se sugiere siempre. De hecho, el estado federal es lo que jamás han aceptado los nacionalistas vascos y catalanes, partidarios de este modelo inestable, que nunca se cierra, y que les permite la reclamación permanente, la diferencia perpetua. En fin, que un estado sólo puede ser centralista (como Francia) o federal (como Estados Unidos); la confederación (Suiza) es la unión de estados soberanos. Que España reúna elementos de los tres es una singularidad tan inexplicable que lo normal es que un ministro diga lo que Caamaño, ¿qué es España? Casi todo, casi nada.

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