Morenatti
Entonces, antes de que nos cerraran el Diario 16, los hermanos Morenatti se vinieron a Sevilla. Venían de Cádiz, de la redacción del Diario a la que una noche llamó un tipo, a las tantas, para contar algo o para curiosear algo, pero era tarde y ya sólo quedaban unos pocos redactores de guardia. Comenzaría preguntando por el director y, a medida que descendía, se iba quedando sin nombres.
– Pero, entonces, ¿quién queda en la redacción?, preguntó, ya desesperado, al de la centralita de teléfonos.
– En la redacción están Landi, Fopiani, Goretti y Morenatti.
– ¡Coño, la delantera del Milán!, exclamó el tipo con la guasa lapidaria de los gaditanos, que sueltan la frase y se queda ya escrita para los anales o para la leyenda.
Con los aires nuevos de la Expo llegaron a Sevilla los hermanos Morenatti, Emilio y Miguel Ángel, y parece que Emilio se bebió de golpe el aire aquel de los pabellones internacionales. Su carrera ascendente desde entonces no ha dejado de ensancharse, y de la misma forma que se le quedó pequeño Cádiz, se asfixió luego en Andalucía, y se echó a los aeropuertos para hacerse el fotógrafo grande en el que se convirtió hace tiempo. La mayor sorpresa, quizá, fue descubrir que Morenatti, que siempre ha gastado de colonia un aire chulo y suficiente, esconde un humanismo que le ha llevado en el desierto a retratar la soledad salvaje del fundamentalismo islámico con una precisición estremecedora, con una ternura escalofriante. Se palpa la tristeza, duele el drama. Su última exposición, la secuencia de catorce mujeres con el rostro deformado, rociadas con ácido, es mucho más que un reportaje, mucho más que una crónica, es el descubrimiento abruto de una realidad estremecedora, una antología de barbaridades que aquí se oculta muchas veces con la melaza del mito de las tres culturas, la tolerancia y otras historias sesgadas de hace más de cinco siglos. Para entender la diferencia que se nos oculta sólo hay que quedarse un instante delante de las fotos de Morenatti a esas mujeres, atacadas por sus maridos, por sus padres, por sus primos, atacadas por salvajes que continúan en libertad porque la mujer, en esos regímenes de fundamentalismo islámico, no tiene la consideración de una persona.
Hizo bien el Centro Andaluz de Fotografía, hizo bien Pablo Juliá, cuando se decidió a colgar en las paredes las fotos de esa barbarie porque la indiferencia de occidente, la equidistancia de lo políticamente correcto y el relativismo insoportable de las alianzas imposibles es una puñalada en el suelo a quien ha sido agredida. «Es un mal que vive entre nosotros», dijo Juliá entonces. Es verdad, sólo falta que, a continuación, señalemos sin tapujos dónde radica el mayor peligro para la Humanidad en este siglo nuevo, para el progreso, para la civilización. Dónde está situada la mayor batalla por la justicia y por la igualdad que puede librar hoy el hombre.
Por suerte, esto no es un obituario, la bomba de ayer no ha acabado con Morenatti cuando viajaba ‘empotrado’ en una unidad del ejército de Estados Unidos. Morenatti, gravemente herido, ha tenido la suerte que no tuvo Julio Anguita Parrado, el redactor de EL MUNDO que también viajaba con las tropas de Estados Unidos para cubrir la guerra de Irak. Pues bien, la bomba que mató a Julio en Irak es la misma que ha herido a Emilio en Afganistan. Y no se trata de Bush. Ni de Aznar. Los autores son los mismos; la respuesta y la visión no será igual. Pero conviene comenzar a distinguir a los canallas.
Etiquetas: Periodismo, Sociedad, Terrorismo
3 Comments:
qzz0630
true religion jeans
canada goose outlet
ecco shoes
canada goose outlet
dsquared2 jeans
polo ralph lauren
visvim shoes
ugg outlet
longchamp handbags
toms shoes
www0714
longchamp handbags
brequet wathes
kobe shoes
cheap jordans
christian louboutin outlet
coach factory outlet
polo outlet
kate spade outlet
ugg boots
dc shoes
valentino
coach handbags
cheap jordans
yeezy boost
nike cortez men
adidas nmd r1
air max 270
ferragamo belt
lebron 10
100% real jordans for cheap
Publicar un comentario
<< Home