Pena de muerte
Dice la consejera de Justicia: «A mí me llevan a votar la ley en que se asesine personalmente a los asesinos de tu hija y la voto, pero un responsable político no puede hacer eso». Bien. Obviemos, antes que nada, la expresión del «asesinato personal», pensemos que se trata de una ligereza, un lapsus o un error en la transcripción, porque a ver qué otro tipo de asesinato existe que no sea personal, como si fuera posible un asesinato que no afectara a la persona a la que se asesina. En fin, un absurdo propiciado, seguramente, por la extraordinaria dificultad del asunto que se trata y, sobre todo, por las limitaciones y prejuicios con los que la clase política se enfrenta siempre al debate sobre la cadena perpetua para determinados delitos que provocan una extraordinaria alarma social. La consejera de Justicia andaluza, Begoña Álvarez, sin embargo, se desembaraza de las respuestas de manual y revela que si ella, como diputada, tuviera que votar en el Parlamento una ley que condene a muerte a los asesinos de una hija suya, lo haría sin pensarlo ni un instante. Y añade, «pero un responsable político no puede hacer eso».
Hay que reparar en lo subliminal de la frase porque, en buena medida, todo el debate sobre el cumplimiento íntegro de las penas de cárcel se plantea siempre sobre la misma falsa presunción: que la sociedad se deja llevar por la pasión, por la ira, por la desesperación, mientras que la clase política, que es responsable y equilibrada, está obligada a frenar ese ímpetu irracional. ¡Qué insulto a los padres que han tenido las agallas de tragarse las lágrimas y ponerse delante de un micrófono para pedir serenidad y justicia! Ni los padres de Mari Luz ni los de Marta del Castillo han pedido jamás, como dice la consejera, «asesinar con sus manos» a los que secuestraron, abusaron y mataron a sus hijas. Hasta el momento, lo que han demostrado en España las familias afectadas por una de estas tragedias es una impresionante serenidad, reflexión y mesura.
No, no se les puede presentar, aunque sea inconscientemente, como salvajes porque lo que piden es lo que ya existe en muchos países desarrollados, cadena perpetua. Que si a los asesinos de sus hijas los condenan en su día a cien años de cárcel, que no acaben reduciéndolos a quince años por los beneficios penitenciarios. Y con informes psiquiátricos que revelan que ha sido sometido sin éxito alguno a los programas especiales de rehabilitación de delincuentes sexuales. Porque ésa, y no otra es la paradoja, saber que hay psicópatas que no se rehabilitarán jamás y, sin embargo, se les aplica el derecho constitucional a reinsertarse en la sociedad.
La consejera de Justicia ha llegado al Gobierno andaluz y, en muchas cosas, ha entrado como aire nuevo, brisa fresca en este sopor. Se la ve con ganas, con ideas, con determinación. Ha abierto las ventanas y se ha arremangado la camisa. Está bien. Pero el ímpetu no es nada sin reflexión, sin lógica. Que aproveche la cercanía de Espínola para repasar el Flamenco de Ley, que ahí encontrará la lógica que piden los ciudadanos y que, a veces, incluso comparten los propios asesinos: «Por celos la maté/ loco perdío me tenía./ Ahora está en la losa fría/ y yo en la cárcel estaré/ pa los restos de mi vía».
Etiquetas: Justicia, Sociedad, Tribunales
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