Democracia de ocupación
La página de la comunidad islámica española en Internet traía ayer noticias jubilosas de la mezquita que se va a inaugurar en Huelva, terminada a tiempo para que los musulmanes de la costa, una de las colonias más importantes gracias al trabajo de la fresa, puedan cumplir con sus obligaciones religiosas en el Ramadán que ahora comienza. Podría parecer llamativo que, junto a tanta euforia religiosa por la inauguración de una mezquita, la noticia de al lado celebre igualmente la promesa del Gobierno de eliminar de los colegios los símbolos religiosos. Pero la contradicción es engañosa, sólo aparente; la explicación es que la medida del Gobierno sólo afectaría a la religión católica y, aunque el 80 por ciento de la población española es católica, la comunidad islámica piensa que «manteniendo esos símbolos, se privilegia a la religión católica y no se respeta la igualdad democrática».
Había entrado en la página de la comunidad islámica buscando noticias de las elecciones de Afganistán, pensando que, sin duda, los musulmanes españoles, que viven en un estado democrático, que reivindican los valores democráticos supremos de libertad, justicia e igualdad, incluirían en su web una condena expresa de la sangrienta oleada de atentados de los talibanes contra las urnas. Pero no. En lugar de la condena, encontré un artículo incendiario contra la «democracia de ocupación» que pretenden imponer las mentes perversas y dementes de occidente. El argumento es el que sigue: El «imperio estadounidense y sus socios en la ocupación» han llegado con estas elecciones «al máximo nivel de alienación y de demencia» al organizar un ‘show democrático’ para que vote «un pueblo conquistado, masivamente pobre e ignorante, cuya única motivación diaria es el sufrimiento, la guerra y la muerte».
De la retahíla, quedémonos con dos expresiones, la ‘demencia democrática’ y la ‘democracia de ocupación’. En el primer caso, lo llamativo es la cínica contradicción con la que se utiliza la libertad de expresión que ofrece la democracia española para, a continuación, llamarla ‘demente’ por luchar para que todos los pueblos gocen de la misma libertad. ¿Debería preocuparnos que se propague ese mensaje entre los musulmanes que viven en España, inmigrantes o no? Probablemente, claro.
El segundo concepto, ‘la democracia de ocupación’, pertenece a un viejo debate teórico que, desde la caída de las Torres Gemelas, se ha convertido, sin duda, en el desafío más importante de la civilización, del progreso, en los últimos siglos: ¿Puede exportarse la democracia? «Yo respondo que sí, pero no siempre», sostiene Giovanni Sartori. Y cita como ejemplo varios casos, desde el fascismo europeo al Japón imperial, pero sin duda el más atractivo es el de La India porque allí la democracia se ‘impone’ sobre varias religiones, el hinduismo y el budismo, que la aceptan sin mayores problemas, y el islamismo, que la rechaza. Y concluye: «Por tanto, no es cierto que la democracia no sea exportable fuera del contexto de la cultura occidental. No obstante, su acogida puede chocar contra el obstáculo de una religión monoteísta», como el islam, estados teocráticos con valores sagrados e inamovibles contrarios a la democracia.
Y ahora, volvamos al inicio. Elecciones en Afganistán. Y nosotros, aquí, en España, en Andalucía, con tropas en Afganistán y conviviendo con una comunidad cada vez más extensa de musulmanes que, en gran medida, se identifica con el sentimiento de agresión de occidente. ¿No le ocurre a usted como a mí, esta sensación de estar sentados sobre un polvorín?
Etiquetas: Alianza de Civilizaciones, Democracia, Inmigración, Islamismo
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