El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

21 marzo 2009

Perpetuas

Antes que el debate sobre la cadena perpetua, habría que detenerse en la legitimidad democrática de estas propuestas, porque da la impresión de que la mayoría de la clase política las considera un desvarío, un impulso tribal que no se debe tener en cuenta. Fíjense que, por lo general, cuando sucede una tragedia como la de Marta del Castillo, presidentes de gobierno y líderes políticos acuden decididos a una reunión con los familiares de las víctimas, se sientan con ellos en la mesa de camilla del domicilio familiar o les abren las puertas de los despachos oficiales. Y les dejan hablar y hablar. Cuando los familiares exigen que los autores de esos crímenes cumplan íntegramente las penas o que se instaure la cadena perpetua en España, que no otra cosa suelen pedir, los miran con ojos compasivos, como si fueran pobres atormentados que no saben lo que dicen.

Es evidente que, pese a las muestras de inexplicable integridad física y mental de algunos de los padres atormentados, la regulación del derecho penal jamás puede hacerse al calor de una tragedia. Es evidente, sí. Lo llamativo es que se siga pensando lo mismo cuando el asesinato ha pasado y, durante meses o años, se recogen firmas entre la ciudadanía para exigir un cambio de la legislación. Es en ese punto en el que comienzan a chirriar los mecanismos de una sociedad democrática. ¿Por qué no va a tener derecho la sociedad a que ni siquiera se abra el debate sobre la cadena perpetua? ¿Por qué tenemos que dar por bueno que exista un veto previo sobre esos debates cuando, como parece, lo demanda una amplia mayoría de los ciudadanos españoles? Si la democracia es el mandato de la mayoría, ¿por qué se quiebra cuando se plantean asuntos que no parecen políticamente correctos? Todo ello, ya digo, es previo al debate mismo y a las opiniones que se tengan sobre la cadena perpetua; de lo que se trata es de que la desconsideración general y previa del debate esconde una anomalía democrática o, por lo menos, una contradicción.

Para explicar estas desviaciones, Giovanni Sartori habla de la ‘democracia vertical’, que es la que se establece en una democracia a partir de la estructura jerárquica que supone todo gobierno. La base del edificio, es verdad, es el pueblo, los electores, pero sobre ellos se construye en vertical el edificio político en el que una minoría es la que decide e interpreta a su antojo el mandato de la mayoría. «Y es aquí donde topamos –dice Sartori– con la acusación que se viene haciendo desde siempre a la democracia: ¿cómo es que el mando de la mayoría se transforma en el mando de la minoría o minorías?»

Ayer le preguntaban al padre de Marta del Castillo por el número de firmas recogidas para exigir la cadena perpetua y, a pesar de los cientos de miles que podrán apoyarlo, el hombre tenía claro que, al final, como ha ocurrido otras veces, los paquetes de folios acabarán en un cajón del Congreso. Ésa es la anomalía, o sea, que la sociedad concluya que su opinión no cuenta en una democracia. Los pescadores de populismo y los fascistas emboscados es lo que esperan siempre, que la democracia se quede sin respuestas.


Foto: Fernando Ruso

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