El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

17 marzo 2009

Para qué


¿Para qué sirve Andalucía? Es una buena pregunta para hacerla hoy que se alcanza uno de los grandes hitos de la degeneración de la idea autonómica. Que no incomoden las preguntas, que nadie se comprima con los clichés, que ni uno solo se deje llevar por el prejuicio de lo correcto. Nada de respuestas prefabricadas. ¿De qué sirve este tinglado que se confunde con Andalucía? Porque llega un momento en el que es justo pensar que la Andalucía oficial está oprimiendo a la Andalucía real, usurpándole sus recursos, malgastando su dinero, limitando su futuro.

Para qué sirve Andalucía, sí, hay que preguntárselo hoy que se llenan la boca con el supuesto orgullo de haber conseguido la ‘deuda histórica’ como, si en realidad, no estuviésemos frente a uno de los mayores fraudes de la autonomía, una de las primeras decepciones, acaso el primer engaño. La ‘deuda histórica’ se llama así porque el aliento que movía las banderas del 28 de Febrero clamaba por la igualdad, por salir del subdesarrollo y lograr de los mismos servicios públicos que el resto de España. En 1981, cuando se incluyó en el primer Estatuto de Autonomía, la ‘deuda histórica’ significaba un plan de inversiones extraordinario para que la democracia restituyera una discriminación secular, la planificación del Estado que, desde la primera revolución industrial, se traza entre Madrid, Barcelona y Bilbao. Nació la deuda histórica y murió al instante, porque a la promesa no le siguió ni una sola peseta. ¿Qué hubiera sido del desarrollo andaluz si, entonces, hace treinta años, el turismo de la Costa del Sol, las industrias de Huelva o los cultivos de Almería hubieran contado con mejores carreteras, ferrocarriles, hospitales o universidades?

Para qué sirve Andalucía, sí, hay que preguntárselo hoy que la autonomía se ha convertido en un insulto a la inteligencia, al sentido común, y en un peligroso coqueteo con el despilfarro. Qué insulto es éste de decir que ahora, tantos años después, se va a cumplir con la promesa. La deuda de Andalucía sigue existiendo, pero ya no es histórica porque dependa de otras administraciones del Estado; es histórica porque no se ha resuelto el desequilibrio. Si Andalucía sigue siendo la región de España con más paro, la deuda se la anota ahora el Gobierno andaluz. Y si la tasa de fracaso escolar es mayor aquí que en el resto de España, si el desarrollo industrial se mantiene desaparecido, si no hay mejores carreteras, mejores depuradoras, mejores hospitales, mejores universidades, la responsabilidad ya no es de fuera… La deuda sigue siendo histórica, sí, porque las diferencias aún se mantienen, pero se ha llegado al absurdo de que es el autogobierno quien se la arrebata a los andaluces.

Para qué sirve Andalucía, sí, para qué este despropósito de que la autonomía más pobre sea la que tenga más coches oficiales (234), más empresas públicas deficitarias (146) y más funcionarios (254.000). Más que Baviera, Cataluña o Madrid. Para qué sirven las inversiones extras del Estado y hasta los fondos europeos si la autonomía se ha convertido ya en un objetivo en sí mismo que carcome cualquier posibilidad de desarrollo de Andalucía. Y ahora vienen esos con la ‘deuda histórica’. ¿Orgullo, dicen? No. Deuda de vergüenza, vergüenza de deuda.

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