El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

18 febrero 2009

De Justicia


La Justicia no se exige, ni se ordena; la Justicia se pide. Todos los escritos que se dirigen al juzgado en un proceso utilizan la misma expresión, acaso tan antigua como los primeros tribunales: «por ser de Justicia, que se pide en Sevilla a dieciocho de febrero de 2009». Mucho antes que Montesquieu, Platón ya advertía a los suyos que la ley es la frontera que separa a los hombres de las bestias porque hace recaer el poder de la Justicia en textos fríos, no en emociones, no en banderías, no en venganzas o favores. «Que ni Sicilia ni ninguna otra ciudad esté sometida, tal es mi doctrina, a señores humanos, sino a las leyes», escribe Platón.

Estos días, cuando el Gobierno afilaba sus argumentos contra la huelga de jueces de hoy, cualquiera podía tener la sensación de que la independencia del poder judicial es un privilegio antes que una necesidad democrática. Se habla de la independencia de los jueces, de su estatus, como de una aristocracia desfasada, una clase social anticuada a la que hay que meter en cintura. «A la gente le importa un bledo Montesquieu», oigo exclamar en una de las conversaciones sobre la huelga de la Justicia. Es probable que con ese convencimiento el Gobierno haya decidido echarle este pulso a los jueces para imponer un modelo democrático en el que sólo existe un poder real, el Ejecutivo. Se busca una pirámide con el Ejecutivo en el vértice del que dependan los demás poderes, agentes y fuerzas del Estado , incluida la prensa.


Para explicar este modelo se desliza sutilmente que, a fin de cuentas, el Ejecutivo es una especie de quinta esencial de la democracia, el único poder que emana directamente de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos, representada en el Parlamento. La mayoría se expresa en el Gobierno y, a su vez, el Gobierno representa la voluntad de la mayoría, vienen a decir, lo cual que cualquier ataque al Gobierno será siempre un ataque al pueblo y a las instituciones. Habrán oído a distintos dirigentes y gobernantes afirmar, en este sentido, que la huelga de jueces (y de muchos fiscales) es «un ataque a las instituciones». Bermejo ha llegado incluso más lejos: «la huelga degrada al sistema», dice el ministro inoportuno y lo podemos imaginar en la cacería, habla y sopla el cañón de la escopeta, humeante aún. «La huelga surgió como herramienta del proletariado, que no es el caso (...) No me queda lamentarlo, sino llamar a la cordura a los jueces», sostiene el ministro.

Sumando epítetos y demagogia, llegamos a la creencia anterior, la visión de los jueces como anacronismo, privilegio desfasado, un atajo de locos con puñetas que derriban instituciones. Lo cual que, todo ello, viene a reafirmar la urgencia de esta huelga inédita y atípica, porque no pide pagas ni vacaciones. Una huelga antes que nada conceptual, para poner las cosas en su sitio. Como tal, la convocatoria de hoy debe rubricarse con ese formalismo ancestral: «Por ser de Justicia, que se pide en toda España».

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