Modelos
Se ha convertido ya en el latiguillo de la crisis. En las entrevistas de la radio o del periódico, en la cabecera de las manifestaciones contra el paro o en la presidencia de los congresos sobre la crisis; en todo lugar siempre se les oirá decir lo mismo:
– «¿Y usted, qué propone?
– «Pues mire, yo propongo un cambio de modelo...»
Es extraordinario, porque de tanto repetirlo se parecen ya a los mecánicos del chiste, «esto va ser de la tapa del delcor». O de la «biela», da igual porque en realidad no se tiene ni idea de lo que se está hablando. Y esto de ahora es lo mismo. Cuando oiga a alguien hablar de la crisis y responda así, «hace falta un cambio de modelo», tenga claro que, con toda probabilidad, está usted delante de alguien que o le engaña o no sabe lo que está diciendo.
Entre otras cosas, porque la facilidad con la que se habla de un cambio de modelo económico sólo es comparable a la osadía de quien no sabe lo que dice o de quien vive ajeno en un mundo de utopías. La civilización ha parido dos modelos de organización y de convivencia que, con lo defectos que conllevan cada uno de ellos, son los mejores que se conocen: la democracia y la economía de mercado. No hay más, ése es el único camino conocido para cumplir la aspiración última de sociedades en las que predomine la libertad, la convivencia, el entendimiento, la tolerancia; como se decía en los anales del liberalismo, la aspiración de que intereses antagónicos puedan llegar a acuerdos no coactivos.
Lo cual que, ahora, ante la crisis, que alguien se descuelgue con «un cambio de modelo» sólo responde a la lógica del mecánico del chiste o, peor aún, al cinismo de quienes defienden los regímenes comunistas como una pose intelectual. Cuba sí, pero sólo de vacaciones; como quien pincha un disco de canción protesta; como un arrebato de nostalgia de una tarde de besos y porros.
De todas formas, lo que sí es verdad es que la crisis exige cambios profundos, pero no ‘de modelo’, sino cambios ‘en el modelo’. La diferencia entre un enunciado y otro es esencial porque mientras que lo primero sólo conduce a un debate etéreo, un debate propagandístico y de consignas, lo segundo nos propone directamente aquello que se elude en España y en Andalucía: un debate riguroso que reconozca nuestros fallos y proponga con urgencia de las medidas correctoras.
¿Cambios? Pues claro: Cambios en el modelo económico, con reformas laborales y fiscales, paralizadas desde hace seis años; cambios también en modelo energético, para atenuar nuestra dependencia exterior con energía nuclear y, a la vez, con energías alternativas. Hacen falta cambios profundos en el modelo de Estado, para acabar con el colosal despilfarro de la burocracia política española y cambios también en el fracasado modelo educativo español.
La crisis económica, ya ven, exige cambios urgentes, pero ojo con la preposición. Si los papagayos repiten estos días lo del cambio ‘de modelo’ es porque, en el fondo, son conscientes de que al caerse la preposición, los primeros que se descuelgan son ellos. Que las exigencias de cambio empiezan en la cabeza misma del modelo.
La crisis económica, ya ven, exige cambios urgentes, pero ojo con la preposición. Si los papagayos repiten estos días lo del cambio ‘de modelo’ es porque, en el fondo, son conscientes de que al caerse la preposición, los primeros que se descuelgan son ellos. Que las exigencias de cambio empiezan en la cabeza misma del modelo.
Etiquetas: Crisis, Economía, Sindicatos
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home