San Jamás
El albañil del primer piso que todos los lunes bajaba al bar y compraba las tiras completas de cupones mientras contaba las mariscadas que se daba en su piso nuevo de la playa se pasa ahora las mañanas sentado en un banco de la plaza. Era oficial de primera y no había mes en el que no se levantara los cinco mil. La constructora para la que trabajaba quebró en diciembre y, desde entonces, no ha conseguido trabajo. «¡Ni chapuces ha habido en enero!». Como la cotización de la Seguridad Social de su empresa siempre fue ridícula y todo lo demás lo cobraba ‘en b’, ahora el paro no le alcanza ni para pagar la mitad de las hipotecas. Ayer lo vi de nuevo en el bar. El vecino del ‘primero B, que trabaja en una caja de ahorros, volvía de trabajar y lo invitó a un botellín de cerveza y a un cupón de la Once. «¿Cupones? A mí ya no me salva ni el calvo de la lotería». Y todos se han reído.
El marido de la vecina, jefe de planta de una fábrica de poliuretanos con varios trienios de experiencia, aceptó hace dos años la oferta de la empresa para desplazarse a La India. Le dijeron que, con los nuevos planes de expansión, iban a necesitar en Bangalore a tipos como él. «No vale cualquiera, hace falta gente cualificada. Es un sacrificio, pero ya verás como el sueldo merece la pena». El otro día lo encontré en la puerta del colegio, esperando la salida de los niños. Su empresa ha trasladado gran parte de la producción a La India y aquí ha presentado un expediente de regulación de empleo de cuatrocientas personas que lo incluye. «Dicen que es temporal, sólo un año, pero eso no se lo cree nadie».
El ejecutivo que todos los domingos iba a la cafetería a ver el fútbol, aquel amigo del colegio que estudió Derecho y, en pocos años, subió como la espuma en una empresa de finanzas. Un gin tonic de ginebra de importación y un robusto de cohiba. «A mí me tienen que ganar en la empresa», decía. Vacaciones en Filipinas, un audi nuevo todos los años, teléfono a cargo de la empresa… La empresa de finanzas que, en cinco años, abrió treinta delegaciones en España se replegó en dos meses como un acordeón en cuanto los bancos cerraron sus ventanillas. Ahora sólo les queda la central, en un piso de Madrid, y un puñado de empleados. El otro día, en el descanso del partido, me contó que no le teme a tener que empezar de nuevo; «Lo peor es que, con cincuenta años, no tendré la oportunidad de empezar de nuevo».
Ana y Miguel, la joven pareja que pensaba casarse esta primavera, «a los dos años justos de acabar la carrera», que era el compromiso que se hicieron una mañana en la cafetería de la Facultad. Ninguno de los dos logra un trabajo estable. «Vamos tirando, pero sin una nómina nadie sale adelante». Han renunciado a una Vivienda de Protección Oficial y ahora los dos han decidido preparar oposiciones para un empleo público. Ayer, Ana me puso un correo para anunciarme que aplazan la boda. «No preocuparos, todo llegará. Aunque miras a tu alrededor y el futuro en Andalucía se parece cada vez más al día de San Jamás, un poema de Bertolt Brecht: ‘En ese día de San Jamás/ un paraíso el mundo será./ Ese día seré yo aviador,/ tú ese día serás general,/ tendrá trabajo el hombre parado/ la mujer pobre descansará’».
2 Comments:
Estamos en una situación crítica, y de consecuencias imprevisibles.
Se alcanzarán los cuatro millones y medio en el mes de julio, y todo esto,además, con más de tres millones de funcionarios, diez millones de pobres según Cáritas, y el 20% de la población con más de 65 años.
En mes y medio,un millón de personas dejan de percibir el subsidio, y otro millón y medio, a diferencia de lo que pasó en 1993, no tiene ningún tipo de cobertura. familiar.
Dos millones y medio de personas,de familias con hijos desesperadas, que tendrá consecuencias inimaginables y dramáticas.
Gráfico, muy gráfico, maestro.
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