Rivales
Lo de esta semana en España da para un seminario de sociología del poder: «A ver, en una reunión entre cardenales, banqueros y dirigentes del PSOE, ¿de quién se fiaría usted?» La cuestión es tan peliaguda, tan difícil de resolver, que es imposible aventurarse a una contestación inmediata. Sí, tan complejo como intentar averiguar quién será capaz de engañar a quien. Puestos a competir en simulación, ¿ganaría el banquero, el cardenal o los dirigentes del PSOE?
Imaginemos, por ejemplo, el encuentro de la vicepresidenta del Gobierno y el enviado del Papa, Tarcisio Bertone. Es bastante probable que durante todo el tiempo que estuvieron juntos, sin dejar de sonreír, no dijeran ni una sola verdad. No es que mintieran, no, por favor, que hablamos del dulce arte de la simulación; no es eso, pero seguro que en ni un solo momento dijeron realmente lo que pensaban. ¿Qué pudo pasar por la cabeza del cardenal Bertone cuando salió a su encuentro Fernández de la Vega, vestida de morado? Uff...
Imaginemos, por ejemplo, el encuentro de la vicepresidenta del Gobierno y el enviado del Papa, Tarcisio Bertone. Es bastante probable que durante todo el tiempo que estuvieron juntos, sin dejar de sonreír, no dijeran ni una sola verdad. No es que mintieran, no, por favor, que hablamos del dulce arte de la simulación; no es eso, pero seguro que en ni un solo momento dijeron realmente lo que pensaban. ¿Qué pudo pasar por la cabeza del cardenal Bertone cuando salió a su encuentro Fernández de la Vega, vestida de morado? Uff...
«A la jerarquía de la Iglesia jamás le ha ido tan bien en la democracia española que cuando ha gobernado el PSOE», me recuerda un reputado sacerdote andaluz, licenciado en artes vaticanas. Y sí, es verdad, cada vez que parecen incendiarse las relaciones entre ambos, cada vez que se inflaman de ateísmo los atriles de los mítines del PSOE, cada vez que eso ocurre, al final, se logran acuerdos, más o menos soterrados, que benefician extraordinariamente a la Iglesia. En gran medida, todo esto es así porque lo que separa al PSOE del PP en la relación con la Iglesia es la distancia que va desde el prejuicio al complejo. El prejuicio socialista que se confiesa ateo y el complejo de la derecha que se proclama católica. Y buena es la Iglesia como para que se le escapen esas debilidades del alma política.
Los banqueros, como apóstoles del becerro de oro, se han aprendido la lección de la Iglesia y, de la misma forma, se la aplican por igual al Gobierno. Sólo hay que ver cómo se han manejado en la crisis económica. Cuando el mundo financiero ardía, Zapatero presumía ante sus colegas de tener el sistema bancario español más saneado del mundo. Los banqueros asintieron pero, en la primera reunión, le sacaron la mayor tajada de la crisis, 250.000 millones de euros de respaldo. Y dejaron que Zapatero, otra vez, se pusiera la medalla de la salvación. Lo que no había previsto el PSOE es que, unos meses después, los bancos iban a presentar beneficios de hasta ocho mil millones de euros.
¿Habría comprometido el Gobierno los 250.000 millones de saber que estos serían los beneficios? No, claro, y por eso, para sacudirse el apuro y el ridículo, han salido en tromba los dirigentes del PSOE con la pose de ajustarle las cuentas a la banca. «Se nos acabó la paciencia». Más reuniones, Zapatero con los bancos y Chaves con las cajas, y lo que resulta es otro acuerdo para ampliar los márgenes bancarios en los créditos que concedan. Clama el PSOE en los mítines pero, como la Iglesia, los banqueros han entendido que no hay que prestarle atención al humo de pajas, que las cosas le van mejor con socialistas en el gobierno que con la derecha porque se puede llegar a acuerdos con la certeza de que no acabarán convirtiéndose en escándalos públicos.
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